Antes de la pandemia, varias instituciones educativas en EE. UU. eliminaron la Prueba de Aptitud Académica, SAT, o la Prueba Universitaria Americana, ACT (siglas en inglés). Debido a la pandemia más universidades se sumaron a la decisión de eliminar esos requisitos de admisión; el propósito fue atraer un estudiantado de sectores minoritarios y de bajos recursos que no pueden cubrir los gastos o requisitos que implica este tipo de evaluaciones. Son 1.686 instituciones que han dejado de lado estas pruebas, entre ellas universidades como Cornell y Harvard. Es menester contextualizar que desde el 2007 todos los colegios comunitarios y las universidades de EE. UU. requerían del resultado de dichas pruebas. Señalo que estas medidas no necesariamente implican que EE. UU. ha democratizado su sistema de ingreso a las universidades. Sin embargo, es necesario reconocer que las pruebas estandarizadas están en el ojo de la tormenta en el país que las creó y que comienza a huir de ellas.
En Francia, los exámenes de fin de preparatoria fueron cancelados por primera vez en la historia de ese país. Dando paso a la calificación promedio de cada materia. Estos cambios desarrollados a propósito de la pandemia permitieron alcanzar nuevos resultados, reflejados en una tasa de aprobación más alta que años anteriores, obligando a las universidades francesas a crear 10.000 cupos adicionales para varias carreras.
También están aquellos países que decidieron mantener sus evaluaciones estandarizadas de admisión a la Universidad en medio del COVID-19, sobre todo en Asia; esta decisión fue acompañada de varias políticas que por ahora no vamos abordar. En el caso de nuestro país, el Examen de Acceso a la Educación Superior (EAES). Está programado para este 24 de marzo, se desarrollará 100% en línea y, además, contará con ciertas sedes presenciales para atender aproximadamente a 12.190 jóvenes. Las autoridades de la Senescyt han dirigido sus esfuerzos principalmente para evitar la copia, publicaron un temario en sus canales oficiales. Pero nada se ha dicho sobre la realidad de de cada 10 estudiantes 6 presenta problemas de aprendizaje, según la Unesco, o de la brecha digital y de su impacto en el proceso de enseñanza-aprendizaje en el bachillerato, ni de la falta de cupos –según la Senescyt, para el año 2019, 311.654 personas solicitaron un cupo para acceder a la educación superior mientras que el sistema ofertó 178.846; es decir, que 4 de cada 10 personas se quedaron fuera de la educación superior–.
Es una lástima que durante el confinamiento la tecnocracia que dejó el correísmo y que aún regenta a la educación superior siga promoviendo una evaluación orientada a la clasificación y elitización; donde las miradas estadísticas priman para la rendición de cuentas, dejando de lado las miradas educativas integrales que, de paso, están afectadas por el recorte presupuestario a la Academia. El COVID–19 modificó todo y la educación no es la excepción, es hora de diversificar los mecanismos e instrumentos de evaluación, no podemos seguir viendo como el único camino a las pruebas estandarizadas en medio de toda la problemática que vive la humanidad. (O)