El tema educativo en el Ecuador suele distraerse entre modas pedagógicas y debates ideológicos estériles, mientras que los sistemas más competitivos del mundo –Singapur, Japón, Finlandia, Canadá, Alemania, Reino Unido, Dinamarca, Estados Unidos, Corea o China– avanzan con políticas sostenidas, evaluaciones rigurosas y currículos dinámicos que articulan ciencia, tecnología y formación ciudadana. No se trata de copiarlos, sino de comprender que los sistemas educativos exitosos se adaptan continuamente a su realidad y actúan con visión de Estado, no con criterio ideológico. Lección pendiente para el Ecuador.
Nuestro currículo, rígido en lo formal y débil en lo conceptual, no responde a las necesidades actuales de desarrollo ni a los desafíos de los estudiantes para integrarse a un país productivo, moderno y competitivo. Es necesario superar la lógica del parche y asumir, con responsabilidad técnica, que el Ecuador requiere un nuevo currículo nacional.
Para el efecto, partamos de una Consulta Nacional estructurada, no con tinte político, sino como mecanismo técnico inclusivo, respetando la naturaleza del derecho público y el privado, así como la educación regular, la inclusiva y la especial. Debiéndose previamente definir con precisión: el modelo de país que queremos construir, el tipo de ciudadano que ese proyecto demanda, el perfil docente capaz de formar ese ciudadano, el diseño curricular, las metodologías pedagógicas adecuadas y los recursos necesarios para su implementación.
Con esta base, fortalecer el tronco común académico –que ya existe– para todas las instituciones, considerando cuatro áreas esenciales: Matemática, operaciones básicas y matemática financiera; Lengua y Literatura, con énfasis en lectoescritura; Ciencias Naturales y Ciencias Sociales. A este núcleo deben sumarse competencias de orden superior: pensamiento crítico, razonamiento lógico y abstracto (aprender a pensar); idioma extranjero, investigación, alfabetización científica, manejo ético de la tecnología y la IA. Manejo de habilidades socioemocionales, como autonomía, autorregulación, empatía y tolerancia e inteligencia emocional.
Capacitar al estudiante con creatividad, innovación, capacidad de trabajo colaborativo y aptitud emprendedora, acompañados de cultura física y cultura estética, incluyendo la formación para una cultura de paz para la solución de conflictos. La formación ciudadana requiere también una base conceptual sólida. Con contenidos de ética, lógica, cívica, moral, valores, principios, urbanidad y buenas costumbres, sociología, psicología elemental, indispensables para contrarrestar la creciente desestructuración social y fortalecer la convivencia democrática.
El diseño debe ser de avance continuo, adecuado al desarrollo etario y cognitivo del estudiante. Se propone una distribución estructural: 60 % de currículo común nacional, orientado a elevar estándares mínimos, y 40 % de flexibilidad institucional, para incorporar áreas vinculadas a proyectos de vida, vocaciones productivas locales o refuerzos estratégicos del tronco común. Esto con rigurosidad académica, respeto a las normas de conducta y disciplina. (O)









