La revista The Atlantic es una de las más antiguas y prestigiosas de los EE. UU. Recientemente, Rose Horowtich publicó en ella un artículo: “Accomodation Nation: America’s colleges have an extra-time-on-test problem”. Podríamos decir “Una nación acomodaticia: las universidades de los EE. UU. tienen un problema de tiempos extras para los exámenes”. ¿De dónde surge esto? Del creciente número de personas que se declaran “discapacitadas”, sabiendo que en esa condición reciben prebendas y beneficios, como por ejemplo más tiempo para hacer sus exámenes.

En Stanford, para citar un caso, el 38 % de los estudiantes está registrado como discapacitado. En Harvard más del 20 % recibe concesiones y facilidades extras. El artículo menciona que el crecimiento de “discapacitados” en las universidades en la década pasada es “dramático”.

Más estudiantes indican que tienen déficit atencional, ansiedad y depresión. Esto les permite privilegios como más tiempo para hacer sus exámenes, tareas y trabajos. El resultado no se ha dejado esperar. En Harvard hace unos 20 años el 25 % de las notas estaba en el rango de A (80 para arriba). En los últimos años el 60 % son notas de categoría A. Pero en el año académico 2020-2021 fue del 79 %. En Yale, en el año académico 2022-23, el 79 % de las notas estaba en el rango A. En Princeton (mi alma mater) las notas de los estudiantes de grado muestran un 66 % en el rango A, frente al 35 % que eran en el año 2000.

Esta civilización occidental, que sobrestima los derechos y subestima las obligaciones, ha contagiado ya hasta a la élite intelectual, que se caracterizaba por la excelencia y códigos de honor. Una A era un trofeo cuando era estudiante universitario en los 70, hoy es un derecho adquirido. Y si hoy alguien no la puede sacar, se declara discapacitado y logra entonces concesiones que hacen más fácil la vida.

No es el mundo del sacrificio, de la lucha, del esfuerzo, de la disciplina, del honor. Esos son valores “anticuados”. Es el mundo del facilismo, de la búsqueda del confort, de todo gratis, de todo fácil. Y en este camino, la civilización occidental, cada vez más alejada de los valores que la hicieron grande, valores que emanan de Grecia, Roma, la escolástica y el aporte del cristianismo, va cayendo en un vacío de su autodestrucción.

Y, dada la inversión de la pirámide poblacional, con cada vez menos jóvenes, el panorama entonces de las universidades es gris. Para subsistir seguirán “acomodando” las cosas, permitiendo que todo sea más fácil, bajando las exigencias. Los estudiantes y sus padres se sentirán más empoderados para exigir concesiones, demandar privilegios. En tanto, universidades y colegios donde también pasa se sentirán menos capacitados para disciplinar, exigir excelencia académica, promover los valores del heroísmo, la entrega y el sacrificio, y las nuevas generaciones serán tibias, pusilánimes, ajenas al concepto de sacrificio, afines al concepto de la ley del mínimo esfuerzo, y verá entonces la civilización occidental que otros tomarán el liderazgo en el planeta.

Ojalá que en el Ecuador no caigamos en esto, pues si no producimos una generación valiente y decidida a cambiar, nuestro destino será todavía más complicado. (O)