“No preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregunta qué puedes hacer tú por tu país”. John F. Kennedy.
Desde sus orígenes, la sociedad civil ha sido el espacio donde los ciudadanos se organizan para influir en las decisiones de poder. Ha ido perdiendo fuerza a medida que la política se radicaliza en el mundo, pero cuando funciona bien, equilibra y fiscaliza a quienes gobiernan, priorizando a los ciudadanos.
A lo largo de la historia la sociedad civil ha sido el motor del cambio cuando las estructuras políticas se han vuelto ineficaces. En 1980, Polonia enfrentaba una crisis sin precedentes: inflación descontrolada, escasez de alimentos y una represión estatal sofocante. En ese contexto nació Solidaridad, un movimiento que trascendió su origen sindical para convertirse en la mayor expresión de la sociedad civil polaca. No era solo un gremio obrero, sino una red de colaboración entre trabajadores, académicos y profesionales que entendieron que el país no podía depender solo de las decisiones políticas.
Bajo el liderazgo de Lech Walesa, Solidaridad articuló un plan concreto, negociando reformas con el régimen comunista y dando forma a una transición política que, una década después, llevaría a la caída del comunismo en Europa del Este. No fueron solo protestas, sino una estrategia construida desde la sociedad civil para responder a necesidades del país.
Las elecciones como suicidio colectivo
La sociedad civil es, en esencia, el conjunto de ciudadanos organizados fuera del aparato estatal, con el objetivo de incidir en la toma de decisiones, fiscalizar el poder y promover el bienestar común. Se manifiesta en asociaciones profesionales, universidades, gremios, sindicatos, organizaciones no gubernamentales y movimientos ciudadanos que, lejos de la dinámica electoral, trabajan por soluciones estructurales y sostenibles.
Hoy, Ecuador enfrenta una crisis profunda y, lo más preocupante, sin un plan claro para salir de ella. Los problemas estructurales no solo han sido ignorados durante años, sino que se han agudizado por la falta de continuidad en las políticas públicas. La dependencia de programas gubernamentales que cambian con cada administración genera inestabilidad, frena el progreso y fomenta un conformismo paralizante.
En este escenario, el país no puede depender exclusivamente de los gobiernos de turno. Es la sociedad civil la que debe recuperar su rol activo como articulador de soluciones, pero también es vital el papel de la cooperación. Sin coordinación entre ciudadanos, academia, gremios y organismos internacionales, cualquier esfuerzo quedará fragmentado. Solo una colaboración efectiva permitirá diseñar planes que generen impacto real.
La urgencia del momento exige que la sociedad civil asuma un rol protagónico como un espacio de articulación. La academia y los cuerpos colegiados deben funcionar como puentes entre gobernantes, legisladores y ciudadanos, impulsando soluciones concretas a las urgencias del país.
Ecuador ha agotado todas las instancias. Seguir esperando respuestas de la clase política ya no es una opción. Es momento de que la sociedad civil tome su lugar. La oportunidad está sobre la mesa. (O)