He aprendido que, con el paso del tiempo, las perspectivas cambian. Cuando se tiene 20 años la muerte es para los otros y la vida es un océano insondable que ansiamos conocer, cuando vamos por los 40, la muerte es para los mayores y la vida es un mar turbulento en el que nadamos con fiereza, cuando tenemos 60, la muerte visita a nuestros pares y la vida es un lago al que podemos verle los bordes, pero cuando llegamos a los 80 en adelante sabemos que la muerte nos ronda y bebemos la vida en sorbos cortos desde un vaso pequeño. Entonces, ¿cómo queremos vivir el tiempo que nos resta?
Con esta pregunta en mi cabeza fui hace poco a ver la película La substancia, de la que no ahondaré, pero celebro la actuación de Demi Moore, quien nos demuestra de primera mano cómo el paso del tiempo es el gran monstruo al que le temen mayoritariamente las mujeres, aunque los hombres no están excluidos, sin embargo, queda claro en esta obra que muchas personas son capaces de hacer cualquier cosa por obtener una “mejor versión” de sí mismas, pero no se refieren a una más feliz, más inteligente o más saludable, se basa exclusivamente en una más joven.
De esta manera, mi pregunta fue respondiéndose, la sociedad nos ha vendido que la juventud es la única etapa válida y la vejez nos vuelve desagradables, por eso después de los 50 hay una ola de mujeres que ya han intervenido su rostro con productos “naturales” o “poco invasivos” para intentar seguir proyectando lozanía, como si las arrugas fueran rayas que opacan la belleza y olvidamos que esos surcos son la muestra del camino recorrido. Me niego a borrar esas huellas de mi rostro.
También, en el paquete de la juventud, se encuentra el peso. Recordemos que la belleza está relacionada con una apariencia delgada con carnes firmes. Las libras de más, celulitis y un poco de barriga no cuadran con esa imagen juvenil y fresca que muchas personas anhelan. Sin embargo, con 49 años, he aprendido a reconocer que hay libras que llegaron para quedarse, pero más allá de eso, estoy en un proceso de tratarme con amor y hablarle bonito a mi cuerpo. Dejar de ser tan dura con él y reconocer que extenuarlo haciendo ejercicio no me adelgazará, por el contrario, solo me traerá lesiones. En ese mismo orden, estoy comprobando que una dieta de mucha proteína con poco carbohidrato y azúcar limitada solo me hace perder el buen humor y que, la salud es importante y debe cuidarse, pero lo prioritario estará siempre en el equilibrio y no en la balanza. Además, hay números a los que no volveremos y está bien. Reconozcamos la diferencia entre estar pendiente de nuestro organismo y estar obsesionados con una talla. Pensemos qué nos motiva, ¿bienestar o vanidad?
Por tanto, hoy que recordamos a quienes ya partieron, reitero mi deseo de honrar el tiempo que me reste de vida disfrutando momentos y personas, en lugar de estar preocupada por regresar a números en la báscula del pasado. Decido abandonar etiquetas y soltar la carga de tratar de encajar, como dice Patti Smith: “Uno tiene que ir por la vida intentando mantenerse saludable, siendo feliz como se pueda, y buscando hacer lo que se quiere”. (O)