Desde hace algún tiempo se viene insistiendo en que la forma más real y efectiva de doblegar al narcotráfico es mediante la legalización de las drogas, solución extrema pero según sus impulsores, la única con posibilidades de éxito. Mario Vargas Llosa es uno de los convencidos de que la legalización de las drogas es la vía al problema del narcotráfico, sosteniendo que los Estados no están en capacidad de competir con quienes están dedicados a uno de los negocios más lucrativos de la historia, con toda la capacidad para gastar y derrochar sumas delirantes y así asegurarse el control de ciertas ciudades o regiones. El escritor peruano también argumenta que resulta contraproducente aumentar las fuerzas del orden y su respuesta, pues el narcotráfico termina multiplicando la espiral de violencia con todo el drama que eso implica.

La paz como tarea

También señala que en todas partes son los narcos los que están ganando la guerra y que el negocio ilícito de la droga ha aumentado exponencialmente en todo el planeta debido al siempre creciente consumo especialmente de la cocaína, llegando al extremo de advertir que el narcotráfico seguirá ganando la guerra mientras los Estados pretendan destruirlo. La visión de Vargas Llosa es compartida no solo por reconocidos pensadores contemporáneos, sino también por importantes publicaciones en temas de salud pública que señalan que la ilegalización de las drogas no ha conseguido frenar su consumo, el cual crece día a día. Para tener una dimensión integral del problema, hay que mencionar que el número de consumidores de drogas aumenta de 40 a 50 millones cada año a pesar de la guerra contra el narcotráfico.

Lo que no debe quebrarse

Sin embargo, como menciona Brian Winter, la posibilidad de la legalización de las drogas sigue siendo una opción lejana por una serie de consideraciones, entre ellas, la mayoritaria opinión ciudadana especialmente en América Latina en contra de esa opción, lo que hace muy difícil que un gobernante enarbole la plataforma de la legalización como una alternativa real en la lucha contra el narcotráfico. Pero para ser más objetivos hay que aceptar que los alegatos a favor de la legalización de las drogas son simplemente cantos de sirenas, mientras los países del primer mundo no acepten replantear ciertos aspectos básicos de la lucha contra el narcotráfico, pues al minuto que un país de la región, por ejemplo, cansado de tanta violencia decida legalizar el tráfico de drogas, se convertirá en un Estado paria con todas las implicaciones que una situación así conlleva.

En esa línea es posible sostener que resulta imprescindible que los Estados den una lucha sin cuartel a los grupos narcos, reconociendo su propia debilidad y limitaciones que tienen en ese combate. Pero hay formas y formas, resaltando la necesidad que tienen los gobiernos de retomar el control de las cárceles (opción concreta) y la de perseguir la influencia de los grupos narcos en la política de los países (opción también viable). El resto se presta para conjeturas e interpretaciones, pero debe quedar claro que siendo la legalización de las drogas una opción difusa por ahora, no hay otra alternativa que enfrentar el narcotráfico con inteligencia y eficiencia. Que sí se puede. (O)