Los últimos incendios forestales sospechosamente provocados en diferentes ciudades del país constituyen un ejemplo más de la poca conciencia que tiene el ser humano al poner en peligro su vida y su salud, así como la de los demás. No hay certeza de autores ni de sus razones para provocarlos, pero cualquiera que fuere la razón simplemente es algo demencial. Son muchas las situaciones difíciles con las que tenemos que lidiar a diario, y ahora, también deberemos preocuparnos por el aire que respiramos. Según la Secretaría Nacional de Gestión de Riesgos, desde el 1 de enero de 2024 hasta la fecha 22 provincias, 156 cantones y 604 parroquias del país se han visto afectados a causa de 3.582 incendios forestales. No solamente se destruye vegetación y fauna del lugar, sino que también se comprometen viviendas y vidas humanas y no humanas.
Por todos debería ser conocido que la contaminación ambiental es un asunto extremadamente serio, que ha sido objeto de discusión en diferentes foros mundiales por el impacto negativo que tiene en la preservación de la vida en este planeta. El cambio climático, que es una realidad cada vez más evidente, contribuye a los cambios bruscos de temperatura en ciertas zonas y provoca sequías extremas o inundaciones de frecuencia variable.
A pesar de todos los esfuerzos y de los adelantos de la ciencia, la enfermedad vascular-cerebral (sea infarto o hemorragia) continúa siendo la segunda causa de muerte en el mundo y la primera causa de discapacidad (motora y cognitiva). A los clásicos factores de riesgo ya conocidos se suma ahora la exposición a la polución del aire ambiental exterior, sea por exposición aguda (horas o días) o crónica (meses a años). Según la OMS, más del 99 % de la población mundial vive en zonas donde el nivel de contaminación supera los límites permitidos según las guías de calidad del aire. Se ha reportado que las “partículas suspendidas” en el aire ambiental son las responsables de la muerte de 2,9 millones de personas por año en el mundo. Estas partículas –de diferente tamaño– son una mezcla de aerosoles sólidos y líquidos provenientes de la combustión de combustibles fósiles (liberan dióxido de carbono, óxidos de nitrógeno, dióxido de azufre y otros contaminantes), de las industrias, de las unidades de transporte, del humo de los incendios y de las erupciones volcánicas. Toda esa larga lista empeora el calentamiento global del planeta.
Una revisión publicada en la revista médica Stroke (marzo 2023) reporta que al inhalar partículas contaminantes ultrafinas, estas pueden atravesar el tejido olfatorio y llegar directamente al cerebro, causando inflamación, disrupción circulatoria, alteraciones del sistema nervioso autonómico y arritmias cardiacas, que pueden provocar una enfermedad vascular cerebral aguda. Por otro lado, la exposición crónica a los contaminantes ambientales empeora la hipertensión arterial, aumenta los mecanismos de coagulación y acelera el proceso de la ateroesclerosis, aumentando así la propensión a presentar infarto o hemorragia cerebral.
Una vez más, esto es un llamado a la conciencia ambiental de todos. (O)