El odio, según el Diccionario de la lengua española, es “antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea”. Trasladado este concepto al campo político implica aversión y mal deseo hacia rivales, personajes o partidos políticos, principalmente. ¿Se justifican los odios políticos? Creo que no. Hasta la aversión puede estar fundamentada. Pero el mal deseo realmente no.
Si este asunto fuera solamente conceptual no habría problema. La gravedad se hace palpable cuando por odio político se llega a la persecución, a estigmatizar a cualquier persona que por equis circunstancia trabajó en el gobierno al cual se odia. Parece mentira, pero es verdad: si una persona, muy competente o no, trabajó para un Gobierno anterior odiado políticamente las puertas se le pueden cerrar por el solo hecho de haber laborado para él.
He escuchado a un importante y muy competente periodista decir que no entrevistará al alcalde de Guayaquil por ser correísta. No digo que tal conducta llegue a odio político, pero es sintomático de una aversión desproporcionada. Si se va más lejos y se llega al campo judicial el tema se torna dramático, pues se juega con la libertad y el sufrimiento de las familias.
Desde siempre soy un defensor de la independencia judicial, y desde que comencé esta columna me he referido a las persecuciones judiciales, las cuales condeno.
Uno de los factores del éxito del candidato Daniel Noboa Azín indiscutiblemente ha sido presentarse como un candidato sin odios, como una persona que busca cambios positivos para el país sin revanchas de por medio. En definitiva, nos ha planteado mirar al futuro, al porvenir, sin condicionantes políticos. El panorama no es exactamente prometedor, pero sus promesas son válidas. Si llega a la Presidencia, esperamos que continúe con la misma actitud de alma limpia.
Si gana la candidata Luisa González, debe conducir al país por el sendero del cambio positivo, rodearse de un buen equipo de trabajo, alejarse de los acomodaticios, desterrar los odios políticos.
Si llega a la Presidencia, esperamos que continúe con la misma actitud de alma limpia.
Todo odio carcome a quien lo siente, por eso la mejor fórmula es el perdón. El perdonado puede no merecer el perdón, pero este le hace bien a quien lo extiende. El perdón libera, mejora la calidad de vida. Es así de objetivo. Como dice Louise Hay, el perdón “es la llave de la libertad”. Añade esta famosa autora: “Deseamos castigar a otras personas por lo que nos han hecho. Sin embargo, somos nosotros quienes ‘pasamos la película’ una y otra vez en nuestra mente. Es tonto castigarnos ahora por el daño que alguien nos hizo en el pasado”.
Así como hay que liberarse de los odios también hay que dejar de ser sufridores por la bienaventuranza ajena. Que cada cual disfrute su éxito sin miradas penetrantes de envidia o aversión.
Bienvenidos los asambleístas elegidos por el pueblo. Hay mucho que trabajar para forjar un buen futuro. No al odio, sí a la tolerancia.
A los individuos y a los grupos nos toca vivir y luchar con decencia para continuar, cumplir la palabra empeñada. “El viaje más largo comienza con un paso”, dijo un autor. Demos el paso correcto por el futuro del Ecuador. (O)