Este año, los galardonados con el Premio Nobel de Economía recibieron el reconocimiento por su trabajo sobre las instituciones económicas y políticas y su impacto crucial en el desarrollo de las sociedades.

Daron Acemoglu y James Robinson, en su influyente libro Por qué fallan las naciones, abordan las causas históricas detrás de las disparidades en el desarrollo económico entre Estados Unidos y Latinoamérica.

Aunque sus ejemplos van más allá de estas regiones, el debate que plantean es esencial para comprender las limitaciones al crecimiento económico que enfrentan los pueblos indígenas y, en general, nuestras naciones.

Es la hora de los creadores de mercados

En términos muy resumidos, Acemoglu y Robinson sostienen que el desarrollo económico está condicionado por la naturaleza de las instituciones. Además, destacan la retroalimentación constante entre las instituciones políticas y económicas, y subrayan que el progreso depende de que ambas sean inclusivas.

Los autores argumentan que, debido a nuestra historia, Latinoamérica ha sido terreno fértil para la creación y perpetuación de instituciones extractivas, diseñadas para beneficiar a élites reducidas y limitar la competencia social y económica.

La colonización española estableció estas estructuras extractivas, y las élites criollas, tras la independencia, en lugar de reformarlas las perpetuaron. Aunque hoy en día las instituciones han avanzado hacia la inclusión, seguimos atrapados en un ciclo de extractivismo.

Esta pena mía...

Un dato importante: no solo los colonizadores practicaban el extractivismo. Los incas, por ejemplo, implementaron la mita, un sistema que la administración colonial adaptó y que dejó secuelas duraderas. Estudios demuestran que las áreas donde se aplicó la mita siguen siendo más pobres que aquellas donde no se impuso. En Ecuador, el caso de Otavalo ilustra esta dinámica. Allí, comunidades indígenas libres, desvinculadas de las haciendas y sujetas solo a obrajes, gozaban de mejores condiciones económicas y sociales, en parte porque no fueron sometidas a instituciones extractivas.

El análisis de estos economistas ofrece herramientas para entender la persistente pobreza de los pueblos indígenas y lo que realmente se necesita para su desarrollo económico (spoiler: no es el “socialismo indoamericano”). Además, permite evaluar si las políticas actuales son sostenibles. ¿Las instituciones políticas indígenas son inclusivas o extractivas? ¿Fomentan la competencia y la apertura de mercados? ¿O más bien perpetúan las dinámicas de control? Tristemente, las respuestas son preocupantes.

A esto se suma que muchos intelectuales indígenas, atrapados en burbujas ideológicas de marxismo ortodoxo o posmodernismo, ignoran estos debates vitales, contribuyendo involuntariamente a mantener estructuras políticas indígenas extractivas. Reflexionar sobre estas preguntas es más urgente que nunca para forjar un camino de desarrollo genuino e inclusivo. (O)