Zehmer era propietario de un terreno de 190 hectáreas en el buen condado de Dinwiddie, Virginia. También era dueño de un pequeño restaurante. Un día, Lucy se presentó en el restaurante y ofreció comprar el terreno. Zehmer, quien había tomado un par de tragos y era escéptico de que Lucy pudiera conseguir ese dinero, dijo que encantado aceptaba la oferta. Firmó el contrato junto con su esposa —a quien convenció en secreto de que todo era parte de un chiste—. Días después, Lucy le manifestó a Zehmer su intención de ejecutar el contrato. Zehmer contestó que no había contrato, que todo era una broma. Aquella noche del restaurante él había bebido de más. Para él era muy claro que el contrato no era en serio.

Zehmer se llevó la sorpresa de que la Corte Suprema de Virginia reconoció que había un contrato. La Corte dijo que no era tan importante lo que Zehmer haya pensado internamente, ni si para él todo era parte de una chacota. La Corte dijo que lo importante era establecer qué habría pensado una persona razonable puesta en la posición de Lucy. Si los actos externos de Zehmer podían hacer pensar a Lucy que él tenía la intención de vender y, con base en esa creencia, Lucy celebraba un contrato, entonces tal contrato obligaba a Zehmer.

La sentencia de la Corte de Virginia buscaba crear seguridad jurídica y fomentar la celebración de contratos. Si cualquier persona pudiera celebrar un contrato y al día siguiente decir que para él todo era una broma, entonces las contrapartes nunca podrían estar seguras de que tienen un contrato. Esto volvería a las personas escépticas sobre los contratos y terminaría por hacer que nadie celebre contratos.

Sin un consenso (...) de que es vital que el Gobierno cumpla con los compromisos adquiridos, no habrá nunca inversión...

El Ecuador tuvo una nefasta experiencia cuando a unos funcionarios improvisados, aplicando la lógica de Zehmer, se les ocurrió reformar la Ley de Hidrocarburos y su Reglamento, para desconocer los contratos que el Gobierno había celebrado con las petroleras. Eso vino al costo de millonarios laudos, pero, sobre todo, al de la pérdida de inversiones en el sector de los hidrocarburos. Para dimensionar este daño basta con observar cómo durante la década pasada Colombia duplicó su producción de barriles de petróleo mientras que Ecuador simplemente la mantuvo, a pesar de que los precios del petróleo se incrementaron a nivel mundial.

Sobre seguridad jurídica

Sin seguridad jurídica es difícil atraer la inversión

La importancia de respetar los contratos es algo que tiene que tomarse muy en cuenta para el desarrollo de la industria minera. El Gobierno tiene que ser capaz de celebrar contratos con las compañías que vengan a invertir al Ecuador en el sector minero y de asegurarles que esos contratos van a ser respetados. Si el Gobierno celebra un contrato, pero al día siguiente quiere desconocerlo o alega que no tiene el control de las minas, el precio va a ser la pérdida de inversión y de una importante cantidad de recursos para combatir la pobreza.

Sin un consenso ciudadano de que es vital que el Gobierno cumpla con los compromisos adquiridos, no habrá nunca inversión de calidad en nuestro país. La visión de Zehmer, tan arraigada en nuestra cultura, de que un día digo una cosa y al día siguiente hago otra, es la condena al subdesarrollo. (O)