El pasado junio, Vladimir Putin y Kim Jong-un paseaban sonrientes por Corea del Norte en una lujosa limosina Aurus, un costoso regalo de Putin a Kim. En reciprocidad, Kim le obsequió una pareja de poongsan, una raza canina norcoreana venerada desde los tiempos de su abuelo, Kim Il-sung. Este intercambio sellaba la “Alianza Estratégica Integral” entre dos regímenes totalitarios que cuentan con armas nucleares y tienen una enconada rivalidad con Occidente. La noticia generó preocupación en el mundo.
¿Cómo había que interpretar la alianza? ¿Hasta qué punto llegaría el apoyo? Desde septiembre de 2023 que Kim visitó Rusia, Corea del Norte ha suministrado ingentes municiones al Ejército ruso. Según la inteligencia surcoreana, Pyongyang habría enviado más de 8 millones de proyectiles de artillería, convirtiéndose en proveedor clave para Moscú. Para la inteligencia de EE. UU., la dependencia rusa de Corea del Norte es crítica. En Ucrania, los rastros de armas norcoreanas lo corroboran.
Cinco meses después del paseo en Aurus, el nivel de implicación de Corea del Norte ha escalado a un nivel insólito, envió 10.000 soldados a Rusia. Su sola presencia en suelo ruso ya es alarmante: desde la Guerra de Corea (1950-1953) el Ejército norcoreano no había intervenido en un conflicto extranjero. Un país que siempre sostuvo que la enorme inversión en su ejército –uno de los más grandes del mundo, con 1,2 millones de soldados– era solo para disuadir amenazas, hoy se contradice.
Occidente ha reaccionado con cautela. Biden señaló que EE. UU. responderá solo si las tropas norcoreanas cruzan a Ucrania, una suerte de beneplácito tácito. A China el hecho le inquieta; bajo la máxima de no involucrarse en conflictos extranjeros y como socio histórico de Corea del Norte, no quiere que se la acuse de ayudar indirectamente a Rusia. Y, por sus propios intereses de seguridad, no puede romper con Pyongyang.
Corea del Sur, en cambio, ha adoptado una postura firme. Desde mayo tenía tensiones con Corea del Norte, que envió más de 850 globos con basura a territorio surcoreano. En octubre, Kim hizo volar las carreteras y ferrocarriles que conectaban con el sur; imágenes satelitales revelaron además que está construyendo un muro en la franja de 4 km del paralelo 38, flagrante violación del armisticio de 1953. Para Seúl, la alianza de Kim con Putin es una “grave amenaza de seguridad”, por lo cual está considerando enviar armamento y asesorar militarmente a Ucrania…
El triunfo de Donald Trump en EE. UU. añade combustible. El expresidente, crítico de la OTAN, prometió resolver la guerra en Ucrania en 24 horas. Los republicanos, que serán mayoría en el Congreso, ya veían con fastidio el presupuesto que Biden destinó a Ucrania. Y hay que recordar la “amistad” de Trump con Kim; hace poco señaló que sabe que Kim le extraña. Tras sus históricos encuentros en 2018, el reelecto mandatario dijo: “Nos enamoramos, me escribe cartas preciosas”.
La guerra en Ucrania ha escalado a niveles insospechados. El apoyo de tropas norcoreanas a Rusia y el regreso de Trump marcan nuevos escenarios en la geopolítica global. (O)