Nuevos cultivos están renovando el paisaje de los campos del Ecuador. En búsqueda de rentabilidades superiores a las rendidas por la actual oferta agrícola y con mayor control sobre las variables clave para su éxito, una nueva generación de productores agrícolas parece surgir. ¿Es solo una nueva canasta de productos no tradicionales? ¿Estamos ante una nueva estrategia de negocios capaz de influir en la realidad agrícola nacional?

Dada su alta inversión por hectárea, estos cultivos representan una pequeña, pero creciente superficie sembrada. La pitahaya debe ocupar algo más de tres mil hectáreas en Morona Santiago, Manabí, Guayas, Santo Domingo y El Oro. Conozco cultivos muy bien logrados de arándano en Pichincha, Santa Elena y Manabí que totalizan cerca de cien hectáreas. Mientras tanto, en Napo, Santo Domingo y Manabí existen no menos de 80 has de vainilla, 30 de ellas en alta densidad. Además, Santa Elena cuenta con viñedos y el inicio esperanzador del primer cultivo de dátiles en el país.

Los modelos de producción dejan enseñanzas. El paradigma común de estos cultivos es la alta y creciente productividad por hectárea. Los emprendedores más preparados tienen acceso a información clave, recursos financieros, tecnología y mercados, adoptando y generalizando estándares exigentes en sus operaciones. A mayor inversión por hectárea es más frecuente el uso de bases de datos y sistemas de información para tomar decisiones de cultivo y comercialización. La cadena de comercio gana eficiencias rápidamente, pues ante exportadores/consolidadores, nacen integraciones hacia delante de productores que consolidan, distribuyen y/o exportan. Los exportadores pretenden ser comercializadores internacionales desde el inicio, entablando relaciones de largo plazo, directas y profundas con clientes de alto potencial, en lugar de comenzar como embarcadores de productos, lo cual ha sido característico en la evolución de nuestras cadenas exportadoras.

¿Es posible que el pequeño productor de maíz, arroz o cereales andinos replique estas prácticas? Claro, si por fin aprendiéramos a procurarle las capacidades críticas que caracterizan al emprendedor aquí descrito. Primero, formación e información oportuna y valiosa, lo cual es hoy factible gracias a la tecnología y al capital humano disponible. Luego, acceso a inversión y financiamiento, articulando a la banca, proveedores y clientes. Además, información y contacto comercial con compradores de alto potencial. Al mismo tiempo, “lo público” debe formalizar y transparentar los canales de comercio agrícola, en estos casos capturados por opacos modelos de intermediación. Para lograrlo, es indispensable la prestación privada en servicios a las cadenas, bajo rectoría de “lo público”.

Que crezca la cartera y el impacto de estos cultivos intensivos y el éxito de sus emprendedores. Que el Gobierno los deje operar bajo la lógica de mercados que hoy rige su dinámica competitiva. Que el caso sirva para generar la política pública que guíe la construcción de capacidades y el acceso a recursos en los productores más vulnerables. (O)