Mientras dictaba una clase, un estudiante preguntó: “¿Es español o castellano, profesora?”. Además me recordó que el artículo 2 de la Constitución del Ecuador (2008) dice “… el castellano, el kichwa y el shuar son idiomas oficiales de relación intercultural. Los demás idiomas ancestrales son de uso oficial para los pueblos indígenas en las zonas donde habitan y en los términos que fija la ley. El Estado respetará y estimulará su conservación y uso”.
El término castellano hace referencia a un lugar concreto de España, donde surgió este idioma y se expandió. No obstante, la organización que norma el uso del idioma se llama Real Academia Española, no Real Academia Castellana. Internacionalmente, el idioma se lo conoce como español, un idioma dinámico que incorpora varios términos provenientes de diversos pueblos.
Pongamos algunos ejemplos: del idioma kichwa provienen términos como choza, cancha, quinua o choclo, que se usan en español cotidianamente. También de la lengua mapundugú surgen palabras como pilcha. Además, está presente el quiche, con palabras como cacao, cenote y tamal, entre otras. Así, los idiomas son complejos, cambian en el tiempo y su estudio nos permite comprender a las sociedades.
El artículo dos de la Constitución se formuló con el objetivo de recordar la pluriculturalidad que caracteriza a nuestra sociedad. Pero Ecuador tiene 14 nacionalidades indígenas y cada una tiene su idioma; es decir, hay 14 idiomas además del español. Desde hace algunos años, la Unesco viene advirtiendo la progresiva desaparición de los idiomas de pueblos originarios.
¿Por qué son importantes los idiomas de pueblos originarios? Cada idioma es poseedor de sabiduría y conocimientos únicos; la forma en que nombraron a la flora y fauna contienen conocimientos nominativos y descriptivos. Lastimosamente, la marginalidad que tienen las ciencias sociales y humanas en el Ecuador coadyuva a la poca importancia que se da a la documentación y registro de los idiomas ancestrales; tampoco se analizan los cambios que se producen localmente en la lengua española dominante.
De ahí la trascendencia de la investigación de las universidades para recuperar conocimientos ancestrales en áreas como biología, medicina, construcción, mediación de conflictos o mitigación de daños ambientales. Para lograr aquello deben incorporar equipos inter- y multidisciplinarios, con el fin de documentar los saberes de nuestros territorios.
Por ejemplo, los materiales de construcción del Kapac Ñan, la singularidad de los acueductos de la laguna Culebrillas, los conocimientos de los curanderos o las parteras, así como de las formas de organización y solución de conflictos, son temas poco profundizados; y más bien las universidades extranjeras están interesadas en los conocimientos locales y ancestrales.
Así, se visualiza en la base de artículos científicos Scopus la presencia de investigadores extranjeros que analizan nuestra fauna, flora y conocimientos, mientras la producción nacional existe pero es marginal. Ojalá el nuevo Gobierno impulse la investigación nacional en todas las áreas e idiomas. (O)