El pueblo envió un mensaje fuerte y claro al Gobierno y a toda la clase política. Este salió de hospitales colapsados, barrios con hambre y miedo, escuelas y colegios desatendidos, comunidades indígenas curando sus heridas; negocios cerrados por inseguridad; zonas rurales abandonadas, de una Constitución ultrajada y tantos ciudadanos hastiados de demagogias. El “soberano” emitió una “orden” directa, como al soldado Rowan en el Mensaje a García: ejecutar su misión sin excusas, con iniciativas que mejoren el presente, decisiones responsables, credibilidad al cumplir lo ofrecido en campaña, propuesta de soluciones sin regresión de derechos ni cesión de soberanía; aplicación ética de ley pareja a oposición y propios, entre otras.

Es el segundo “aviso” al presidente Daniel Noboa en dos años de gestión, de un mandante que, según Enrique Dussel, es “la soberanía popular participativa” ante una democracia representativa decadente y la urgencia de un poder ciudadano ético, crítico para construir una institucionalidad depurada de corrupción. Los resultados electorales censuran la vieja política replicada por un gobierno comprometido con el Fondo Monetario Internacional (FMI), nudo gordiano en su espalda. Las medidas neoliberales que pudiera adoptar lo alejarían más de la ciudadanía y fortalecerían al movimiento social.

Los nuevos liderazgos deben consensuarse con las necesidades ciudadanas. Para Dussel, el gobernante debe ser “obediencial” a las demandas sociales. Por su parte, Thomas Hobbes indica que el poder de la autoridad no proviene de su fuerza física, sino de la obediencia y aceptación del pueblo al sometérsele con un pacto social, donde la ciudadanía restringe su libertad en pro de orden y seguridad. En nuestro país no funciona ninguna. ¿Cabría un punto medio?

‎El escenario electoral dejó también otros recados: se castigó la incoherencia entre el decir y el hacer; los regalos para ganar votos ya no funcionan, las cifras estadísticas increíbles, tampoco. Hay incredulidad hacia autoridades que anuncian mejoras no palpables, desaprobación a la labor gubernamental y reproche a funcionarios incapaces. Además, existe un desgaste de confianza y rechazo al negacionismo e indolencia en crímenes repudiables, como los de las protestas recientes y los cuatro niños de las Malvinas.

¿Cómo se recuperará el Gobierno de este revés? ¿Continuará su línea económica antipopular? ¿Entenderán la democracia como gobierno de la mayoría, hoy reflejada en colas hospitalarias, que sobreviven con poco ingreso o están condenados a morir por falta de diálisis u otra atención? Generen mayor acceso a salud y educación pública, seguridad social y ciudadana, empleos para mejorar su calvario. Ese fue el “mensaje a Noboa” del 16 de noviembre: enmendar su política económico-social. El presidente sintió el golpe. Bajó el tono. En ministerios y Asamblea hablan de diálogo con la oposición y movimientos sociales. Ojalá sea el preámbulo del tan solicitado pacto nacional para rectificar el rumbo y evitar un tercer mensaje, quizás más virulento. (O)