De Javier Milei no me gustaron sus contactos con líderes de extrema derecha europea. No comparto algunos de sus puntos de vista “provida”. En la campaña presidencial pareció desordenado y efectista. Pero al avanzar su gobierno, nos ha devuelto la esperanza. Ha moderado su lenguaje, actúa como un político superior que negocia con habilidad y respeta las leyes. Ha aprendido sobre la dura marcha y ha probado que siguiendo un proyecto ideológico se puede poner a volar un país estrellado. Desde los años noventa se impuso el dogma idiota del fin de la ideología, confundiendo dolosamente los distintos sentidos de esta palabra. Aquí hablamos de las ideas que un ente político proclama como guías de acción. No me vendrán a hacer el agua lodo. El rechazo a estos principios es pura mañosería para instaurar Gobiernos sinuosos, blandengues y al final corruptos. El fracaso de muchos, digo de muchos, presidentes en los últimos cuarenta años se debió justamente a esa falta de rumbo y de propósito.

Milei se proclama liberal libertario y no se corre. Y así lo hizo en su intervención ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. Allí van tantos mandatarios a dar discursos miopes sobre temas aldeanos, no para ese importante cónclave, sino para ser oídos en su propio país. El presidente argentino se dirigió al mundo exponiendo su visión geopolítica. Rescató la labor de la ONU en lograr el más largo y fructífero periodo de paz en la historia de la humanidad. Pero advirtió sobre el peligro de que la Organización fracase en cumplir su misión original, si continúa promoviendo las políticas colectivistas y wokes de la Agenda 2030. El ente mundial se ha convertido en un gobierno de burócratas internacionales, que quiere normar no solo a los Estados, sino que se entromete también en la vida de todos los ciudadanos del mundo. Así, con el pretexto de la pandemia de 2020, sus funcionarios impusieron abusivas y contraproducentes cuarentenas a todo el planeta. La semana anterior, en la llamada Cumbre del Futuro, se profundizó en ese rumbo. Milei advirtió que la nueva Argentina no se adhiere a esos compromisos y ha decidido abrazar las ideas de la libertad.

Echó en cara a la ONU que mantenga como miembros del Consejo de Derechos Humanos a las dictaduras de Cuba y Venezuela, y que en el comité que lucha contra la discriminación a la mujer se incluya a países islámicos donde se mantienen prácticas bárbaras. Condenó enfáticamente que se censure a Israel, el único país democrático de Medio Oriente, y que no se intente controlar el terrorismo. Rechazó la “relación tóxica” que los organismos de crédito internacional imponen a los países pobres. Como muestra de que la Organización se ha convertido en un mastodonte inútil, recordó su absoluta inoperancia para detener la invasión rusa a Ucrania. Merece revisarse esta cátedra de política moderna sin desperdicio, en apenas 14 minutos repletos de contenido. ¡Qué lejos de esos tiempos cuando a ese mismo foro concurría el dictador Castro a cantinflear sin humor por más de cuatro horas! Entonces, ahí sí nos daba vergüenza ajena esa demostración de que en nuestra región éramos pueblerinos, anacrónicos y resentidos. (O)