Un lustro desastroso. Se inició con la pandemia, un problema inicialmente muy mal manejado, que luego se controló con las campañas de vacunación aceptablemente implementadas. La violencia delincuencial llegó a picos no registrados en la historia. Culminó con la crisis energética y se cerró con el inaceptable episodio de los niños de Las Malvinas, trágico símbolo de cinco años en un país a la deriva. No lloremos, “desdichado el que llora, porque ya tiene el hábito miserable del llanto”, dice Borges, los ecuatorianos somos adictos a la lágrima, nuestra mentada rebeldía tiene mucho de emperro, de rabieta. Seamos valientes y atrevámonos a mirar hacia la luz. Si hay algo esperanzador en el espeso gris del panorama nacional es la posibilidad, parece cercana, de que se convoque a una asamblea constituyente para que remplace por una auténtica carta magna el panfleto novelero con consignas woke, totalitarias y llenas de odio que se aprobó en Montecristi.

Digamos otra vez que un país no se arregla con una constitución por buena que sea, hace falta mucho más, pero una mala ley fundamental sí puede llevarnos a un desbarajuste como el que sufrimos. Es como un buen volante para un auto de carreras, no asegura que se ganará una competencia, pero uno mal diseñado nos hará estrellar en la primera curva. Si analiza el lector los problemas enumerados en el primer párrafo, verá que quizá no pudieron evitarse, pero sí manejarse mejor con un instrumento jurídico apropiado, que establezca un Estado menos autoritario y centralista pero más eficaz, que defina más inteligentemente las tareas de la fuerza pública, que cree más sociedad con menos burocracia, que defienda y determine los verdaderos derechos, en lugar de petrificar supuestos “derechos adquiridos”. Las posibilidades son infinitas, el lograr una ley fundamental clara, orientada más hacia la libertad que hacia el control, más humilde en sus propósitos, que en lugar de crear dinosaurios tramitológicos nos entregue herramientas administrativas, ese es el gran desafío no solo de 2025, sino de toda una generación.

No más falsas ilusiones

No nos descuidemos

El factor clave es ¿quién lo hará? Las credenciales de los integrantes de las últimas legislaturas son deficientes. Es que el pueblo ecuatoriano ha electo mal a sus representantes a todo nivel... a ver, a ver. ¿Han tenido los votantes la oportunidad de escoger a las “mejores personas”? ¿Esas “mejores personas” militaron en partidos políticos u organizaron otros más dignos? ¿Se presentaron de candidatos? ¿Se jugaron en la actividad política o se han aislado haciendo ascos de esa “labor sucia”? No se ha elegido mal, los hipotéticamente mejores no estuvieron en la línea de partida cuando se dio el tiro inicial. Se acomodaron en su soberbia y en banalidades. Hagamos todos un mea culpa antes de botarles el muerto a las “masas ignorantes”. Si se plantea la necesidad de dotarnos de una nueva Constitución, quienes consideren que pueden hacer un aporte positivo deben ponerse a disposición de la nación, de la historia, no limitarse a denostar a la gente, por cierto, mala y mediocre, que llena los espacios de los que desertaron aquellos llamados por su formación y sus cualidades a ocuparlos. (O)