Una frase popular dice: “no me gusta el chisme, pero me entretiene”. Aunque hoy el chisme se imprime como un antivalor. La psicología social contemporánea muestra su rol. Para estos estudiosos, el chisme poseyó un rol importante, en los grupos primitivos. Así, imaginémonos un día cualquiera –cuando la única forma de comunicarse era la palabra– el chisme salvaría el día, cuando advertía sobre un potencial enemigo, o un ser portador de una peste o de alguien débil para una jornada de caza.

A finales de los setenta, Suls, J. M. (1977) presentó su investigación, en el artículo titulado ‘Gossip as social comparison. Journal of Communication’ define al chisme como un mensaje sintético que, en pocas palabras, advierte de una situación a los miembros de la sociedad. Mientras que otros autores afirman que, con la evolución de las sociedades humanas, el chisme se volvió un arma de ataque entre las clases sociales; así, un grupo usa el chisme para colocar un mensaje intencional y causar daño u obtener alguna ventaja.

‘Ahora sí, a farrear’

En los años ochenta, Levin y Arluke (1985) afirmaron que durante toda conversación, gran parte del tiempo es dedicada a los chismes, porque evolutivamente las personas estamos dotadas de la capacidad de juzgar al otro a simple vista, y al mismo tiempo, se despierta el deseo de comunicar a otros la percepción que tenemos sobre lo que juzgamos.

Mientras, en 2019, los autores Hartung, Krohn y Pirschtat se preguntaron: “¿quiénes chismean?”, y para ello identificaron estudios de la tríada oscura de las personalidades (narcisista, maquiavélica y psicópata). En el resumen de su informe indican: “que las personas con puntuaciones más altas en los rasgos de personalidad de la tríada oscura están dispuestas a descartar las normas sociales comúnmente aceptadas y dañar a los demás por su propio bien”.

Hoy, el chisme es un peligro exacerbado con la llegada del internet, la inteligencia artificial y las redes sociales.

Hoy, el chisme es un peligro exacerbado con la llegada del internet, la inteligencia artificial y las redes sociales. El chisme cobra connotaciones más difíciles de discernir. De ahí que analizar la información –su inicio, las intenciones, las personalidades que originan el chisme y las consecuencias de difundirlo– se convierta en un imperativo para construir relaciones sociales sanas.

Puesto que el chisme tiende a circular entre pasillos y bajo la sombra, este se analiza a través del filtro de las creencias que abriga cada grupo social. A pesar de que ha transcurrido mucho el tiempo, el poder del chisme no ha desaparecido, de ahí que hay que vigilarlo, no asumirlo como una verdad y es necesario descubrir a los chismosos. Urge entrenarnos en analizarlos –como cualquier información– y contrastarlos con la realidad.

Hay que acabar con el linchamiento mediático

Examinar los mensajes circulantes puede añadir bienestar a cualquier gestión y advertir de las intenciones que rodean a todos los grupos sociales. Ya que un chisme puede botar abajo cualquier empresa, Nigel Nicholson (2001) en su libro Executive Instinct sugiere a los ejecutivos entrar en contacto con sus empleados e informarse sobre lo que sus colaboradores chismean; pues esos retazos de información pueden contener aspectos importantes para la gestión cotidiana. (O)