Este domingo se realizó el debate obligatorio de los candidatos a la Presidencia del Ecuador, en el que participaron los dieciséis postulantes, incluyendo al actual primer mandatario, Daniel Noboa.

Nuevamente el formato elegido para el evento no permitió desarrollar las posturas en tan cortos tiempos y mucho menos un enfrentamiento de ideas, incluso con una criticable forma de definir quién interpelaba a quién, en una estructura muy rígida. Además de que por la cantidad de candidatos se tuvo que dividir las discusión en dos grupos, dejando a los dos primeros en las encuestas (Noba y Luisa González) en diferentes paneles.

Al final, la pregunta que salta primero es: ¿alguien lo ganó?

Varios de nuestros columnistas comentan acerca de lo ocurrido en este debate:

Miguel Rivadeneira

El debate presidencial, con dos bloques de candidatos, ha sido otra ronda del baratillo de ofertas. Ofrecen cualquier cosa sin sustento y la mayoría buscaba notoriedad política por ser actores desconocidos.

En medio de la decepción en la política y los políticos, que se refleja en los números y en encuestas, no se puede esperar mayor impacto en quienes siguieran el debate, incluso porque algunos hicieron el ridículo, exhibieron irrespeto entre ellos, que no contribuye al esclarecimiento de los hechos ni el encuentro de soluciones.

Quienes exhibieran datos concretos de la realidad nacional demuestran no solo mayor conocimiento, sino aplomo para enfrentar los grandes problemas que tiene el país, como la inseguridad ciudadana, la falta de empleo pleno, lo social, la salud, la educación.

El debate como premisa es importante para esclarecer posiciones, pero sirve poco para definir una elección, menos aún con un formato limitado para desarrollar en profundidad las ideas y propuestas. Forma parte de un acto más de la campaña y creo que no será determinante porque no hubo nada extraordinario ni significativo que atrape la atención o defina o replantee posiciones.

La política y los políticos, salvo excepciones, decepcionan al país porque hablan mucho y concretan poco, algunos hasta desinformados; no responden a cómo concretamente van a solucionar los problemas ni cómo van a financiar las diferentes ofertas que formularan.

Los debates son provechosos cuando esclarecen los hechos, haya precisión y concreción en las propuestas que puedan convencer al electorado, pero no hubo nada de eso en la gran mayoría de candidatos. (O)

Roberto Aspiazu

Al estar el debate presidencial dividido en segmentos de ocho candidatos cada uno, cabe la evaluación a dos tiempos. En el primero, el presidente-candidato Daniel Noboa evitó que sus oponentes lo pongan a la defensiva, enfocándose en defender la gestión de su gobierno en los tres ejes temáticos: seguridad, servicios básicos y crecimiento económico. Justificó cualquier fallo argumentando que el último año había sido de “corrección”. En un escenario de potencial riesgo, salió indemne.

De este grupo, el que posicionó un mensaje más articulado fue el expresidente de la Asamblea Henry Kronfle, con énfasis en la tesis de reducir impuestos para que la familia ecuatoriana tenga más dinero para gastar. Cargó con su frase: “Si queremos vivir bien, ni Daniel y Rafael”. De sus compañeros de panel no desentonaron Henry Cucalón y Francesco Tabacchi, con un discurso alineado con una posición promercado en la gestión de los sectores estratégicos de la economía; también en la posición crítica por la falta de resultados verificables del Plan Fénix.

En el segundo segmento, la atención estuvo cifrada en la participación de la candidata de la RC 5, Luisa González, que se mostró un tanto nerviosa e insegura, al inicio. Tuvo que encajar golpes recurrentes de sus adversarios, en especial de la joven Andrea González, de Sociedad Patriótica, que se posicionó como la gran figura anticorreísta, recordando constantemente los casos de corrupción que lastran su paso por el poder.

Por lo demás, el formato del debate no se prestó para la profundidad en la discusión de ideas. Un reality show donde hay mucha dispersión y superficialidad de razonamientos. Aun así, un espacio obligado. (O)

Los 4 de las Malvinas y ‘la narcovalija’ fueron los puntos de partida para los roces en inicio del segundo bloque del debate, en el que están Luisa González, Leonidas Iza y otros 6 postulantes

Irene Torres

El bajísimo nivel retórico de los debates presidenciales del pasado 19 de enero dejó como gran ganador a quien no tuvo necesariamente la mejor actuación, el presidente Daniel Noboa. Al tratarlo como un contendiente más, los otros candidatos del primer grupo le aseguraron una posición de ventaja. Supo responder a las preguntas sin tropezar en sus propias palabras y usó el tiempo de manera efectiva; también tuvo la suerte de poder adjudicarse triunfos que suenan más realistas que ofertas ridículas como el “plan hocico” y el “plan chino”. También cuenta a su favor que su estilo condescendiente, que hasta ahora le ha dado resultado, probablemente todavía tiene llegada en los votantes.

La ganadora del segundo grupo fue Andrea González, aunque le faltó simplificar sus ofertas y hacer preguntas más directas a sus contrincantes. Pudo demostrar que no necesita leer o revisar sus notas para replicar o defender un argumento; además, le quitó brillo a la candidata con más apoyo popular después de Noboa. Pero desperdició algunas oportunidades para dejar claro que es una mejor opción que los demás. Además, se dirigió a un público hipotético con un nivel discursivo más alto que el del común de los votantes, lo cual le quita puntos a cualquiera.

Como hipótesis, ya que no tuvieron la oportunidad de enfrentarse el uno con el otro, los dos candidatos quedaron en un empate. Mostraron que están convencidos de sus posturas en lugar de parecer, como los demás, que tienen que convencerse de lo que creen cuando hablan frente a las cámaras. Mientras los otros perdieron hasta el voto de la casera, Andrea González y Noboa seguramente ganaron partidarios en el debate. (O)

Alberto Molina Flores

Un debate se caracteriza por ser una discusión estructurada con réplicas por parte de posiciones opuestas sobre temas, que en caso del llamado “debate” presidencial fueron tres: seguridad y prevención del crimen; eficiencia del Estado y servicios públicos; crecimiento económico y generación de empleo. Siendo 16 los debatientes, fue necesario dividir en dos tandas. Casi que no hubo diferencia entre el primer grupo y el segundo; este último fue de menos calidad. Los temas señalados a discutir en unos casos se desviaron o no dieron respuesta a la interpelación y, como era de prever, marcó la exposición de ofertas de promoción de campaña de los candidatos. Señalar un candidato ganador resulta aventurado; no hay manera de establecer quién de los candidatos fue el más destacado. Las confrontaciones fueron demasiado ligeras considerando el escaso tiempo asignado. Habría que esperar un verdadero debate si hay una segunda vuelta. (O)

¿Reservas de uranio en Ecuador? Esto dijeron los candidatos presidenciales sobre la generación de energía nuclear en el país

Gustavo Cortez Galecio

Es difícil ver un ganador en un debate que no fue debate. Tal lo prospectado, con base en los encuentros anteriores y el formato ratificado, el del domingo 19 fue un espacio en que algunos candidatos trataron de confrontar con los dos punteros, desde el arranque, mientras otros trataban de posicionar eslóganes, frases y ademanes de campaña.

En medio de todo eso, si alguien salió beneficiado fue la novel candidata Andrea González, quien en su reiterativo y a ratos monotemático ataque al correísmo y a su postulante logró que el líder ausente de esa tendencia se burle de ella en X, desde donde haya estado, cayendo en un error que, recuerdo, él siempre advertía a sus colaboradores de gobierno: no responder ni poner atención a “desconocidos”, porque crecen. Y lo decía, sin duda, por experiencia propia.

Con evidente preparación para el ataque, la candidata de Sociedad Patriótica enfiló los cañones hacia Luisa González, quien en un momento la contraatacó con poco éxito con el tema ambiental.

El presidente-candidato, Daniel Noboa, con su pausado y corto discurso de siempre, fue también objeto del ataque sobre todo de los más nuevos en su grupo, pero salió sin mayores rasguños de la contienda. (O)

Inkarri Kowii

Quien ganara el debate se definirá en las próximas horas y será aquel que sepa utilizar de mejor manera el debate en su campaña mediática. Ganará quien domine el eco. Los dos pasados debates presidenciales demostraron que quien gane el posdebate, especialmente en redes sociales y opinión pública, es el “ganador”. Particularmente me parece difícil decir que existe uno. El mismo formato obligaría a seleccionar dos, pues existieron dos bloques que separan a los candidatos, donde los dos más opcionados, según las encuestas, no se miraron, y por lo que la totalidad de las ideas en competición no se encontraron. El formato no ayuda a un enfrentamiento de ideas. Los candidatos no se salen de preguntas preparadas, por lo que la interpelación se hace estéril. Intentan posicionar sus propuestas en un resumen de bullet points. Ninguno logra plantear un proyecto de país con el que los ciudadanos puedan identificarse. Ninguno logró apelar a la empatía del ciudadano promedio para generar conexión emocional sobre su proyecto.

El presidente-candidato era quien tenía más que perder y recibió algunas interpelaciones que lo desubicaron. Nervioso, debió negar preguntas, y le fue imposible nombrar a los cuatro niños de Las Malvinas, lo que lo puso en una situación indolente ante la opinión pública.

Sin duda el formato del debate no ayuda a identificar un ganador; debe repensarse para futuras ediciones. Y los candidatos deben empujar a que sea un espacio de debate de ideas, de proyectos de nación, de visión sobre los problemas estructurales del país. (O)

‘Díganos los nombres de los 4 niños’: estos fueron los momentos más tensos del bloque de seguridad del debate en el que las críticas apuntaron a Daniel Noboa y otros tres candidatos

León Roldós Aguilera

El formato del debate, preguntas y repreguntas, con espacios de menos de un minuto para hacerlo no fue el mejor. La frase punzante, el juego de palabras y aun errores de pronunciamiento pasaron a ser lo destacado. Sin duda fue importante lo del procesamiento penal de menores de edad, como que fueran mayores, pero ocultó lo más grave, cual es el reclutamiento de menores y niños por bandas de la mafia, que sería lo que se facilitó cuando se abandonó a los menores de Las Malvinas en domingo, con apagón y toque de queda, cerca de Taura. Noboa se manejó con habilidad eludiendo preguntas y señalando que lo que se señalaba que se debía hacer ya lo estaba haciendo. Aun el juego de palabras de llamarlo Rafael Noboa —por Rafael Correa— y las imputaciones direccionadas a las empresas del grupo Noboa no lo descolocaron. “Después vendrán las represalias” viene siendo el comentario posterior. Sirvió el debate para evidenciar que las votaciones no deben ser solo “anti”, “anticorrea” o “antinoboa”, y que hay opciones que no deben interpretarse como desperdiciar el voto. En el segundo grupo, la señora Luisa González no tuvo la habilidad de Noboa cuando se cuestionó al correato. Impresionó muy positivamente la candidata Andrea González. ¿Esto se reflejará en la votación? (O)

Alfonso Reece Dousdebés

Uno solo de los dieciséis candidatos participantes alcanzó a criticar el rígido formato de lo que llamaron “debate”. En afán de evitar que el evento deviniese en una gresca, las autoridades electorales los sometieron a un rígido corsé que recordó a esas corridas de toros “embolados” en las que es difícil hacerse daño. No sé si fue un acierto, aunque lograron controlar que se repartiesen cornadas a diestra y siniestra, como sucedió en anteriores ocasiones. En cambio, no se pudo apreciar los caracteres de cada uno de los nominados a la Presidencia, su capacidad de reacción, su autocontrol y la firmeza de sus argumentos.

Con todo, hubo díscolos que se corrieron por la banda y se dieron modos de hacerle cargamontón al presidente Noboa. Era obvio: es el preferido en las encuestas. Otros “peliones” les cantaron cuatro frescas a sus rivales, pero fue un encuentro sin excesos, más en la primera franja que en la segunda, pues en esta resultaron curiosamente concentrados los candidatos más belicosos y pintorescos. ¿Quién fue el ganador? Con este sistema habrá que esperar los relativos resultados de los sondeos de opinión para saberlo. Pero se puede decir que el más aventajado fue justamente el mandatario en busca de reelección, pues salió indemne, más por la inconsistencia de los ataques que por la brillantez de sus exposiciones. (O)