Si algo bueno dejó la multimillonaria polémica surgida en torno a Twitter, y su fallida compra por parte del sudafricano Elon Musk, es que ha permitido ver debajo de la alfombra de esta red social y detectar que a pesar de su aparente alto nivel de influencia, no es la potencia informativa que parecería ser.
La información profesional, contrastada y útil, está yendo en contravía con los intereses de consumo de las audiencias...
Musk, que ahora está en riesgo de demanda por parte de Twiter por haber desistido del negocio de los $ 44.000 millones, es quizás el gran ganador de la contienda, sin haber desembolsado un dólar: se puso al tope del interés de quienes tuitean y hasta de quienes no, y sembró fuertes dudas en el real impacto que alcanza, por las controversiales cifras de perfiles falsos, al tiempo que se pudo constatar que actualmente muchos celebrities han abandonado esa red social, expresa o subliminalmente.
Y todo eso empuja hacia otra verdad: la información profesional, la verificada, documentada, contrastada y útil está yendo en contravía con los intereses de consumo de las audiencias, que buscan otras redes sociales para informarse de manera mucho más amplia, antes de optar por lo que se dice a través del pajarito azul.
No lo digo de memoria, lo confirma un reciente estudio de Pew Research Center, un centro de datos no partidista, que investiga las Ciencias Sociales e informa al público sobre los problemas, las actitudes y las tendencias. Queda allí claramente expresado el desencuentro: nientras los comunicadores prefieren Twitter para difundir su trabajo en un 69 %, la audiencia de adultos de los Estados Unidos se informa mayoritariamente por Facebook con un 31 %, y luego de pasar por YouTube con el 22 %, recién Twitter es una tercera opción con el 13%. He ahí evidenciada la contravía entre lo que la audiencia busca y dónde los periodistas creen que deben volcar esfuerzos informativos e investigativos que a veces toman meses de trabajo.
En momentos de cambios tan trascendentales y profundos como los que vive la comunicación actual, empujada por el boom tecnológico, la prensa no debe seguir actuando con base en percepciones añejas o merecimientos, que la alejan cada vez más de su audiencia, antes llamada lectores, oyentes y televidentes.
Y la receta, tan difícil de aplicar, sin embargo, parece sencilla: los periodistas tienen que estar donde está la audiencia; su narrativa debe ser descifrable para la audiencia; deben buscar noticias donde las consume la audiencia. Porque si seguimos creyendo que basta con publicar en Twitter, con el arrogante concepto de que allí radica el debate de ideas, no avanzamos y la desconexión seguirá.
Twitter no es ni Facebook, ni YouTube, ni Instagram. Para la mayoría de la población es una muestra poco representativa de un pequeño grupo permanentemente en conflicto, por cierto. Y el verdadero éxito de los comunicadores tampoco pasará por la capacidad de hacer uno o dos videos de los que unos cuantos se sientan orgullosos y otro muchos dicen entre dientes que eso de periodismo no tiene nada. El éxito ocurrirá cuando la conjunción de acciones y visiones se acoplen a la nueva realidad y que el nuevo periodismo digital crezca con los más altos valores del periodismo tradicional. (O)