El ataque mortal que sufrió un alto ejecutivo de una compañía aseguradora de salud en los Estados Unidos, y que terminó con su vida, ha encendido luces de alarma en empresas similares y ha movilizado a toda aquella población descontenta por las coberturas insuficientes y/o negadas para sus enfermedades.
Las palabras escritas (“denegar, defender y deponer”) en los casquillos de las balas utilizadas constituyen un mensaje de advertencia, que debería hacer reflexionar a este tipo de empresas.
La compañía United Healthcare, la mayor aseguradora privada de salud de ese país, era conocida por su alta tasa de rechazo de coberturas. Muchos usuarios reclamaron por sus prácticas abusivas y hubo quien declaró: “Las compañías de seguros médicos son parásitos que desvían el dinero de la sangre de los enfermos, moribundos y heridos”.
Hubo reacciones de ira y alegría en redes sociales, luego de conocerse la noticia. Quienes se alegraban de la tragedia eran personas que habían experimentado la frustración por un gasto médico no reconocido. La reacción de otras empresas no se hizo esperar. Pocas horas después de lo ocurrido otra compañía aseguradora de salud anulaba una nueva política que limitaba la cobertura de la anestesia durante las intervenciones quirúrgicas.
Ya que el sistema de salud pública resulta insuficiente, contar con un seguro privado brinda al usuario una relativa tranquilidad. Las enfermedades ocurren aleatoriamente y no siempre estamos preparados para los gastos que implica la atención médica, especialmente cuando de urgencias o enfermedades crónicas se trata.
Habría que suponer que poseer un seguro de salud garantiza acceder a todo lo necesario para recuperar el bienestar. Esto incluye no solamente la atención del profesional médico, sino también el acceso a todos los exámenes, diagnósticos y a los tratamientos que se necesiten. Lamentablemente, para muchos pacientes esto es una quimera. La cantidad de trabas y requisitos con los que se encuentran para obtener un reembolso justo de gastos médicos resulta agobiante. Se cuestionan –por parte de las aseguradoras– las solicitudes de exámenes, los diagnósticos clínicos y hasta los tratamientos. Los informes médicos no les son suficientes: solicitan la “historia clínica”, un documento que es confidencial. Se cuestionan todos los procesos médicos con tal de no cubrir los gastos del paciente o cubrir lo mínimo posible, como que si tener muchos síntomas o varios diagnósticos fuera una elección personal. Las aseguradoras nacionales de salud aplican una política de desgaste al enfermo. A la preocupación por su enfermedad, se le suma la intranquilidad de que sus gastos no sean cubiertos, aun cuando esté al día con sus pagos. En ese largo transitar, el agotamiento puede más. A veces, cuando puede, se da por vencido y acepta lo que la aseguradora dispone.
Las aseguradoras de salud deberían priorizar el estado de bienestar del paciente. Mientras más pronto recupere su salud, menos gastos posteriores tendrá. La prevención es clave para eso, algo que deberían tener bien claro. (O)