La votación del domingo fue el espejo de lo que somos, una sociedad polarizada, por personas más que por proyectos.

Tomada por aventureros, que creen que todo les es permitido, porque ellos quieren ser presidentes. Así se sueñan a sí mismos y se imponen y se les acepta y se les permite ocupar espacios, estar en papeletas, ser entrevistados y hablar del país que quieren gobernar en nombre de su ego y de la democracia. Y se permiten decir que están disponibles e insistirán en servir al país, en las próximas elecciones y todas las veces que sea necesario…

Pero Ecuador es mucho más que sus políticos. Es un país dividido, por su geografía, que obliga a su gente a desarrollar hábitos de trabajo y disciplina, distintos según la región. No es lo mismo sembrar un árbol en la Sierra que en la Costa. En el frío demora años en crecer; en la Costa pronto es un arbusto frondoso y luego un árbol refugio de aves. Tampoco resisten de la misma manera las tempestades ni soportan las sequías con igual entereza. Así son los ecuatorianos: tributarios del entorno, moldeados por él, con fortalezas y fragilidades que reflejan el mundo en que viven. Esa diversidad enriquece y da identidad.

¿Qué representa para el país el resultado de la primera vuelta?

Y va de nuevo...

Pero vivimos en un país con una institucionalidad rota, parchada aquí y allá con remiendos que solo buscan evadir la ley. Nos quieren convencer de que el día es noche y la noche día. Nos quieren manipular con argucias y elocuencias. Pero la realidad, que es la mejor maestra, desmiente esas mentiras si tan solo nos detenemos a observarla con atención.

Votamos con miedo, enojo, con frustración. Votamos con urgencias de quien necesita trabajo, salud, educación, seguridad. Nuestra prioridad es vivir y lograr que no nos maten. Pero también votamos con esperanza, con agradecimiento cuando vemos obras que nos benefician, cuando sentimos que nuestros problemas pueden tener solución.

Vivimos en un país que está infiltrado en casi todas sus instancias públicas y privadas por mafias que manejan el narcotráfico, un negocio que sacrifica todo en pos del dinero y las ganancias. Un negocio que no tiene escrúpulos, que no valora la vida humana.

Sus tentáculos se extienden por la región y el mundo entero, atrapando a miles de personas en sus redes. Y esas personas también votan, también eligen, también financian candidatos.

El narcotráfico necesita de la política y los políticos para poder asentarse y ser una multinacional próspera. No le basta con la impunidad; necesita del poder, de las estructuras del Estado, de la complicidad de quienes legislan, gobiernan y administran justicia.

Frenar esa descomposición social no se logra solo con una seguridad represiva y cárceles adecuadas. Requiere políticas económicas, educativas, sociales eficaces. Requiere, sobre todo, cambios personales, ciudadanos con propósitos claros en su vida y con la capacidad de trabajar por el bien de todos, por la comunidad y su entorno.

Ahora que una segunda vuelta se define entre dos propuestas opuestas, necesitamos planes concretos, plazos claros y conocer las fuentes de financiamiento. Queremos saber quiénes serán su equipo de trabajo y cuáles serán las primeras medidas que adoptarán.

Octavio Paz escribió: “La ceguera biológica impide ver; la ceguera ideológica impide pensar”. (O)