El candidato surgió de improviso. No tiene reparo en divulgar su enorme fortuna de cien millones de dólares ganados como constructor. Financiar personalmente su campaña le proporcionó independencia total. Prestó veracidad a sus postulados anticorruptores utilizando especialmente las redes sociales para la juventud colombiana. Como un outsider transformó el debate político en una batalla propia, independiente, contra la corrupción y las élites de poder, en lo que el profesor Carlos De la Torre Espinoza llama un orden moral nuevo, al que denomina “... la transmutación de la política en ética o incluso en redención escatológica…”, como principio fundamental de gobierno, y, además, impactando favorablemente, con nuevas proclamas, como libertad de aborto, legalización de la marihuana, reducción del IVA, empleo y pensiones.
El anti-Petro, la derecha, liberales e independientes que no votaron por él otorgarán el triunfo a Hernández.
Las cifras de los resultados electorales no lograron ubicar al favorito Petro en la presidencia. Su eventual tercer fracaso revestirá similares características a las del correísmo en nuestro país. Petro, igual que Arauz, logró la victoria en la primera vuelta. Pero el balotaje será entre todas las izquierdas responsables del Acuerdo de Paz que permitió –a pesar del referéndum negativo– el retorno político de Petro y de la FARC; y, por otra parte, Rodolfo Hernández. Como sucedió en nuestro país, el voto mayoritario anticorreísta que llevó al poder a Guillermo Lasso, así, el anti-Petro, la derecha, liberales e independientes que no votaron por él otorgarán el triunfo a Hernández. Lo dan anticipadamente las encuestas. Sin pactos. Él, como Moisés, solo habla con Dios y con el “pueblo”.
No debemos olvidar que el principal enemigo del populismo, sea de izquierda como el correísmo o de derecha como el Vox, es la democracia. Lo experimentamos durante diez años. Pero también una democracia debilitada con el cáncer corruptor heredado e invasor, como la que recibirá Hernández, igual que Lasso, solo será posible erradicarla con firmeza y justificado autoritarismo, sin contemplaciones como él ofrece cumpliendo con el apoyo populista, e imponiendo la ética en el manejo público, erradicando de la función pública la metástasis corruptora y sobre todo al narcotráfico. Solo así podrá cumplir los postulados prometidos.
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Colombia, después de junio, quedará fraccionada en dos bandos. Uno, todas las izquierdas y las FARC; el otro, un nuevo populismo, liderado, independiente, carente de una base doctrinaria, cediendo ante el autoritarismo y el uso de la fuerza para erradicar la corrupción y despojarla del poder. Probablemente un populismo intermedio entre democracia y dictadura. Muy accidentado y combatido por los perdedores.
América Latina está mayoritariamente gobernada por el populismo. Llegó hasta EE. UU. con Donald Trump. Somos una isla y nuestra democracia, en peligro, amenazada con otro octubre correísta. Ya no hay doctrinas. Solo populismo. Ahora le toca el turno a Colombia. Lucha del pueblo explotado contra la pobreza, la corrupción y el crimen. Ojalá que el postulado anticorruptor no sea utilizado, como en Ecuador, pantalla para años de atracos gubernamentales. ¡Suerte, Colombia! (O)