Nuestra Ley de Compañías fue reformada hace pocos meses. Las reformas apuntan a fortalecer a las compañías como mecanismo para hacer negocios en el Ecuador. La ley ahora contempla un catálogo de “deberes fiduciarios” a los que están sometidos los administradores, para que los accionistas puedan inyectar capitales con más confianza; y, trae una moderna reglamentación de los procesos de fusiones, para que las compañías puedan consolidarse o establecer grupos societarios cuando eso sea lo más eficiente. Sin embargo, Ronald Coase, el Premio Nobel de Economía de 1991, tenía otra idea de cómo fortalecer a las compañías. En su artículo The Nature of the Firm, Coase sostuvo que las compañías surgen cuando resulta más barato hacer negocios bajo una estructura jerarquizada, donde un jefe organiza a los empleados, que hacer negocios con la modalidad de contratos efímeros, donde un empresario debe celebrar contratos con contratistas independientes. Según Coase, si usted quiere empezar un negocio de venta de pizzas, va a constituir una compañía si le resulta más barato tener empleados que cocinen y distribuyan las pizzas; y, en cambio, no va a constituir una compañía si le resulta más barato celebrar un contrato de venta con un cocinero independiente y otro contrato de distribución con un transportista independiente.

Las compañías se han popularizado en todo el mundo porque evitan los costos de tener que celebrar contratos independientes. Estos costos se refieren al tiempo y al dinero que supone encontrar contratistas, negociar contratos, celebrar contratos y esperar que cada uno de los contratos celebrados se cumpla según lo pactado. Con un régimen de organización jerarquizada, en cambio, hay un jefe que distribuye las actividades entre los empleados, sin necesidad de realizar contratos independientes para cada actividad del negocio. Paradójicamente, en el Ecuador, muchas veces es más barato realizar contratos independientes que tener empleados. A pesar de todos los costos que supone realizar contratos independientes, estos costos son bajos comparados con los costos que impone la legislación laboral: sueldos mínimos, décimos, seguridad social, reparto de utilidades y monstruosas indemnizaciones por despidos.

La consecuencia es que muchas actividades que idealmente se llevarían a cabo por empleados, deben llevarse a cabo a través del ineficiente sistema de contratos independientes. Esto crea el problema del desperdicio de recursos, pues el empresario tiene que gastar su tiempo y dinero en contratos independientes, pero, sobre todo, crea el problema del desempleo y la informalidad.

Así, la legislación laboral ecuatoriana, con todas sus garantías y derechos irrenunciables, ha puesto a Coase al revés, de cabeza, patas arriba. Cada vez hay menos personas que pueden constituir compañías para realizar negocios y tener empleados.

Coase nos enseña que la clave para el fortalecimiento de las compañías no está tanto en la Ley de Compañías, sino en un Código del Trabajo moderno que, entre otras cosas, no vuelva prohibitivo tener un negocio con empleados. (O)