La edición genética es uno de los procedimientos a elegir para lograr el mejoramiento de plantas cultivadas acogiendo las nuevas técnicas inscritas en el campo de la biotecnología, que ofrece muchas ventajas frente a los sistemas convencionales, se trata de acciones que editan el ADN de plantas ocultando los genes indeseables y visibilizando los que otorgan beneficios de distintas índole, siempre encaminados a aumentar productividad o dar resistencia frente a plagas o enfermedades de difícil control o adaptarlas a los graves impactos del cambio climático con su máxima expresión: el aumento de temperatura, aportando, en fin, a la seguridad alimentaria y al bienestar campesino. La técnica, a la que han contribuido muchos científicos, dos de ellas ganadoras del Premio Nobel, han comenzado a dar resultados prácticos como relata la fundación Antama, con logros de fresas con mejor aroma, tomates que soportan fríos intensos o bananos inmunes al Fusarium, que asevera ya se practica en nuestro país, aunque no se tengan evidencias documentadas del progreso.
No obstante la probada tecnología, la Unión Europea con sus 27 integrantes impiden el ingreso a su territorio de bienes que hayan adoptado esa vía, sometiéndolos a observar regulaciones que rigen a los transgénicos dentro de un estricto protocolo desactualizado desde el año 2001 que busca proteger a los consumidores. Para demostrar que no es aplicable a las nuevas técnicas genómicas (NTG), el mundo científico se ha esmerado en comprobar que los cultivados con materiales de propagación que siguieron ese camino no son transgénicos, de paso prohibidos constitucionalmente en Ecuador, el método utilizado ha sido editar los propios genes de la especie a mejorar sin que haya existido una intercalación de genes extraños, típico de la transgénesis. Sin embargo, a diferencia de los vegetales modificados genéticamente, los obtenidos siguiendo las nuevas técnicas genómicas pueden ser muy similares o idénticos a los producidos con técnicas de mejora genética convencional e inclusive pueden parecerse a los vegetales presentes de forma natural.
La nueva norma aspira a facilitar la innovación agrícola acelerando la consecución de tipos vegetales mejorados como una alternativa sostenible, segura y productiva superior a la agricultura tradicional, aunque el acuerdo alcanzado tendrá que ser ratificado, se aprecia que será una realidad para el inicio del año 2028, siendo una buena noticia para Ecuador en virtud del acuerdo comercial que tiene suscrito con la Unión Europea. Es de señalarse que los Estados Unidos, otro nicho comercial importante, ya acepta la técnica y otras naciones están siguiendo ese buen ejemplo, que se orienta en definitiva a profundizar la seguridad alimentaria, la sostenibilidad y la resistencia a los cambios climáticos, con repercusión en la competitividad agrícola y en la menor necesidad de agroquímicos.
Hacemos una exhortación al recién designado ministro de Agricultura, ingeniero Juan Carlos Vega, para que lidere una iniciativa gubernamental y el país inicie o refuerce la propuesta de adoptar esa tecnología en beneficio del banano y plátano. (O)












