Una de las preguntas más fundamentales que se ha hecho la humanidad a lo largo de su historia es alguna variación de la siguiente: ¿Estamos solos en el Universo? Las mitologías han pretendido dar respuesta a esta pregunta de varias maneras, todas, por supuesto, falsas y con el único mérito de su variopinta creatividad y belleza estética. Frente a la falta de una real respuesta, el anhelo de buscarlas persiste. Es aquella fundamental necesidad de entendernos y ubicarnos dentro del fugaz paso que tenemos por esta inmensidad incuantificable que se plasma en otra variante de la anterior pregunta: ¿Existe vida fuera de la Tierra?

Hasta ahora, no tenemos evidencia contundente de aquello. Ninguna misión ha podido confirmar la existencia de vida extraterrestre, ni de rastros de que haya existido en el pasado.

Dicho eso, parece poco probable que eso continúe así por mucho tiempo más, porque solo hemos buscado en una mínima parte de nuestro vecindario espacial: en la Luna, en Venus, en Marte y en algunos cometas. En todos estos lugares hemos encontrado alguna variación de agua en estado líquido -elemento esencial para cualquier tipo de vida- pero ningún rastro de la existencia pasada o actual de “vida”.

En ese proceso de búsqueda, desde hace algunos años le tenemos puesto el ojo a una luna del hermano mayor del sistema solar: Júpiter. Nuestra sobrina celestial se llama Europa y está recubierta de una densa capa de hielo que esconde un océano de agua líquida en su interior 3 o 4 veces más grande que los de la Tierra. Este océano sublunar se mantiene líquido, a pesar de su lejanía del sol, por el calor producido por las fuerzas gravitacionales de Júpiter, que la expanden y contraen cada vez que lo órbita. Imagínense esos chocolates que son duros por fuera y que, por dentro, esconden un delicioso chocolate líquido. Pues eso y, con cada pasada por Júpiter, se agrieta la corteza del chocolate, mezclando y expulsando, cual géiseres, sus entrañas al cosmos.

En ese vasto océano sublunar vamos a continuar intentando responder la eterna pregunta. La misión de la NASA que nos acerca más a esa respuesta se llama Clipper y fue lanzada desde un Falcon Heavy el 14 de octubre de 2024. Llegará a su destino el 11 de abril de 2030, entrando en una órbita entre Júpiter y Europa, desde donde, como una abeja cósmica, volará alrededor de su flor 49 veces. En estos sobrevuelos tomará fotografías, utilizará su espectrómetro y radar para detectar signos de vida en sus océanos interiores. También tomará muestras del agua expulsada por sus géiseres para saber si en sus fauces hay rastros o evidencia de “vida”.

Para mí, Clipper es una abeja cósmica, que pasea por el sistema solar antes de llegar a visitar al hermano mayor del sistema solar: Júpiter; y, con su ayuda conocer a Europa, donde rondará, cual insecto buscando alimento, alrededor de su corteza exterior de hielo para finalmente alimentarse del precioso néctar de su interior donde, ojalá, encontremos rastros de vida extraterrestre. (O)