El ‘siempre’ no existe, porque no siempre se cumple, o se cambia, o se modifica, o se incumple. Es mejor no hacer promesas si no estás seguro de realizarlas.
La ‘eternidad’ tampoco existe, porque nada es perpetuo. La vida es efímera, fugaz, mortal. Nadie ha regresado de la supuesta otra vida. Las religiones la inventaron para infundir miedo y buen comportamiento, y a la vez acumular y aumentar su riqueza desde el siglo en que fueron inventadas.
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Lo ‘inmortal’ no existe; todo se acaba con la muerte. Se termina el oxígeno y fallecen los reinos vegetal y animal. Solo persiste el ADN. Polvo eres y en polvo te convertirás. Con el polvo del esqueleto podemos hacer dataciones aproximadas de miles de años, con el uso del carbono 14 o de la termoluminiscencia.
Y finalmente, el amor no existe, ya que al igual que otras pasiones son espejismos o sublimaciones nacidas en el cerebro, no en el corazón. Al final solo queda tratar de ser buenas personas tomando en cuenta el bienestar propio y el de los demás que están a nuestro alrededor. (O)
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Guillermo W. Álvarez, médico, Quito