Antes del fallecimiento del papa Francisco había leído algunas expresiones reflexivas sobre inteligencia artificial (IA), sus riesgos y beneficios para la humanidad. Una de ellas señaló que “la IA utiliza numerosos algoritmos que extraen rastros digitales dejados por las personas en internet, lo que puede permitir controlar sus hábitos mentales y sociales con fines comerciales o políticos, muchas veces sin que los usuarios sean conscientes, limitando así su libertad de elección”.
El sumo pontífice subrayó que “la IA no es un ser humano ni puede reemplazar la complejidad de la persona humana, pues aunque imite capacidades cognitivas, siempre existe una brecha infranqueable entre máquinas y personas. Por ello pidió entender la IA como un conjunto diverso de tecnologías que deben desarrollarse con responsabilidad, respetando valores fundamentales como la inclusión, la transparencia, la seguridad, la equidad, la privacidad y la responsabilidad”.
Francisco reconoció que la IA puede traer grandes avances, como mayor eficiencia en la producción, transporte ágil y mercados dinámicos, además de revolucionar la gestión de datos. Sin embargo, advirtió que estos avances deben gestionarse para proteger los derechos humanos y promover un desarrollo integral que ponga a la tecnología al servicio del potencial humano, no en competencia con él.
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En el ámbito educativo, destacó la importancia de promover el pensamiento crítico y el discernimiento en el uso de la IA, especialmente entre los jóvenes, para que comprendan los aspectos sociales y éticos de esta tecnología. Francisco hizo un llamado a la colaboración para aprovechar las oportunidades y enfrentar los desafíos de la revolución digital para construir un mundo más justo, solidario y pacífico para las futuras generaciones. (O)
Roberto Camana-Fiallos, escritor y docente investigador, Ambato