Rodeados de máquinas, tráfico ensordecedor, ambulancias, vehículos de bomberos, voces de personas, ladridos, avisos de llamadas y mensajes telefónicos y otros tantos ruidos desclasificados, amanecen los días, uno tras otro, en las ciudades del mundo. Los tímpanos, ya cansados, se preparan para la ardua labor de intentar ordenarlos y enviarlos a su destino en nuestro martilleado cerebro, sin ni siquiera poner interés alguno. Este murmullo ruidoso ya es parte de nosotros, es inherente al desequilibrio caótico donde nos gusta yacer como parte del ritmo frenético tan poco interesante que nos hemos impuesto. (O)

Jesús Sánchez-Ajofrín Reverte, Albacete, España