Después de la primera experiencia con el gobierno del presidente Donald Trump, el mundo se replanteó la forma de hacer las cosas, desde la política internacional, la diplomacia, la manera de negociar, entre otros aspectos; ahora en su segundo mandato vemos una versión más enérgica de llevar los temas, desde la manera cómo planteó la campaña presidencial y cómo ha tomado las decisiones durante los primeros 50 días de su presidencia. En su deseo de cumplir con su agenda y por ende con sus electores, de una forma más rápida que antes, ha emprendido sin dilación una serie de cambios a través de órdenes ejecutivas, acuerdos, decretos, y demás instrumentos que lleven a la implementación de lo ofrecido, lo vemos en asuntos migratorios, política de género, asignación de recursos para diversos fines, etc.; pero el que probablemente más impacto está causando es la política arancelaria que busca concretar.

Tensión geopolítica vs. paz mundial

Es conocido que Estados Unidos es uno de los países con mayor cantidad de consumidores de droga del mundo, donde el fentanilo ha alcanzado niveles alarmantes de venta entre las diversas capas de su sociedad, detener la migración ilegal hacia su país, y proteger la industria estadounidense son los pretextos que considera el presidente Trump para impulsar su nueva política de aranceles, que busca imponer a sus principales socios comerciales (Canadá, México y China, inicialmente) tarifas de entre 20 % y 25 %, según sea el caso, para llevarlos a “negociar” o “aceptar” los términos que plantea. Sin duda, el orden mundial conocido está siendo socavado en sus cimientos con esta forma de hacer las cosas, se observa cómo el libre comercio se debilita con estas acciones, lo que traerá consigo el encarecimiento de las materias primas, los bienes de consumo y de los bienes de capital, no solo entre los países en lo que se aviva la guerra comercial (pues los socios comerciales de Estados Unidos, están respondiendo con igual o mayor nivel de aranceles, y la potencia estadounidense responde con una escalada), sino también que afectará a todo el mundo, y Ecuador no será la excepción, lo que llegue a nuestro país desde Estados Unidos, México, Canadá y China que tenga en su proceso de producción bienes que estén afectados por la guerra arancelaria tendrá un incremento en su precio, por lo que estaremos importando inflación, que en las otras economía ya se siente.

Las implicaciones del riesgo país

El incremento de precios debilitará la capacidad de consumo de los hogares, por lo que los consumidores deberán explorar otras alternativas que le permita sustituir lo que habitualmente consumen como bienes importados o en su defecto disminuir la cantidad de lo que usualmente compran, dependerá del tipo de bien, obviamente. Entre los bienes que se afectarían tenemos vehículos, televisores, línea blanca, maquinaria usada en agricultura, entre otros, en algunos casos se encarecerán ciertos procesos productivos y por ende los bienes finales derivados de estos, el impacto está por determinarse aún. Claro está que Ecuador puede tener una oportunidad ante este escenario, pues proveería insumos o bienes a un costo más bajo, pero tampoco será fácil y rápido. En todo caso, esta guerra arancelaria perjudicará a todos y se trata de una forma particular de “negociar” de la cual aún no estamos seguros de las profundas consecuencias que ocasionará y de a qué otros caminos nos conducirán. (O)

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Jorge Calderón Salazar, analista económico, Guayaquil