Las playas de Santa Elena cuentan con el canto diario de las olas. Una sublime sonata que alegra los corazones, es una eterna melodía que susurra el océano.

Protección de la biodiversidad marina

El mar y sus olas del balneario Ayangue, en Santa Elena, esconden un arrecife marino multicolor donde las plantas acuáticas y peces de colores adornan la estatua hundida de Cristo.

Un mundo maravilloso es el fondo marino, pero el canto de las olas ya no es el mismo, es un eco triste que se escucha lejano. El mar se ha convertido en un fondo de basura y contaminación.

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Una descomunal agresión a la Amazonía

Ahora vemos que el hábitat marina se llena de desperdicio en vez de mantener su pureza al no tomar conciencia y destruir su ecosistema. Ya la frase “no botar basura al mar” se volvió trillada.

¿Hasta cuándo se botará plástico, petróleo, desechos tóxicos y químicos al océano? El mar muere lentamente y la vitrina se quedará vacía ¿Cuándo lo entenderemos?

Más allá del error

Las olas llegan y regresan tocando la tierra que no aprecia la importancia del océano. El lamento del mar es un grito para que pare su destrucción. Una gastada herencia que se dejará a los que vienen. (O)

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Evelio Patricio Reyes Tipán, Santa Elena