Los seres humanos somos sociales por naturaleza. Está en nosotros la necesidad de no estar aislados, de vivir en comunidad, de unirnos a alguien. Pero ¿qué pasa cuando el ser se ve involucrado en una sociedad hiperconectada que no permite la desconexión y el aislamiento, una sociedad en la cual las redes sociales impulsan el no tener privacidad?

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Es necesario tener momentos de reflexión, momentos de silencio en los cuales uno pueda adentrarse a los corredores de nuestra mente. Pero formamos parte de un mundo hiperconectado, donde la vida va tan rápido que nos privamos a nosotros mismos esos momentos, se nos hace incómodo el silencio, evitamos estar aburridos, nos distraemos con pantallas, música con el volumen muy alto con narrativas nada profundas que evitan que nos escuchemos, evitamos sentirnos solos y escuchar aquella voz que nos dice que algo no está bien dentro de nosotros.

Vivimos inmersos en la rutina, funcionando en piloto automático, tratando de encontrar significado en cosas triviales, en cosas vacías. Extrañando el tiempo perdido, preocupados por el futuro y no aprovechando el presente. Podría decirse que un gran porcentaje de personas tiene crisis existenciales, tiene preguntas que no son capaces de contestarse a sí mismos, anhelos que no se atreven a perseguir.

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El arte y la cultura

La soledad es mal vista y tiene una connotación negativa. Decir que estamos solos no es algo que nos alegre, pero sí que es necesario; es necesario hacer una pausa, quedarse en silencio y pensar, llorar si es necesario, dejar que la mente vuele lejos. Es necesario estar solo un tiempo y estar bien con el hecho de estar solo, ser más selectivo de quienes nos rodean.

A pesar de tener mala fama, es el espacio donde podemos reflexionar, nos podemos conocer y reconocer, saber quiénes somos, qué queremos y a dónde vamos, practicar nuestros hobbies y disfrutar del silencio y nuestra propia compañía, reconectar con tu niño interior y reconocer que tal vez no estamos tan bien.

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El aislamiento es bueno considerando que nos desarrollamos en una vida y contexto muy abrumador y caótico, lleno de malas noticias, tráfico, trabajo, etc., por lo que es necesario desconectarse. Llega a ser contraproducente evitar estar solo, evitar estar en silencio, ya que nos aleja de nosotros mismos. A pesar de que los amigos y la compañía son buenos y sentirnos escuchados nos ayuda, es necesario saber levantarse solo.

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La soledad, si hacemos las paces con ella, no enseña a que nosotros mismos seamos nuestra mejor compañía; lejos de debilitarnos, nos empodera. Nos invita a mirar hacia adentro, a redescubrir nuestras pasiones y a construir una vida donde el ruido externo no nos distraiga de nuestro mundo interno. (O)

Faviana González Guerrini, comunicadora social, Guayaquil