Me han dicho que un 24, el Niño Jesús nació, en un pesebre de pajas y su madre lo acunó. Ese infante que nos trajo generosas bendiciones y así, de amor y alegría, inundó los corazones. Aquel que ofrendó su vida por lograr la redención de la gente que hoy en día le paga con la traición. El que con su sangre marcó la historia y su nombre se imprimió, por siempre, en nuestra memoria. Ese ser angelical, aquel por el cual yo existo, tan sublime y tan real, que se llama Jesucristo.
Por eso, cada diciembre celebramos la Navidad llenos de luz y esperanza. Espero, Jesús, que el día de tu advenimiento hayas podido suprimir con tu bondad el dolor y sufrimiento, saturando de optimismo e ilusión los corazones para, ensalzando tu nombre, entonar bellas canciones. La Navidad es una fiesta genuina de fe, comprensión y amor, ¡cantemos con entusiasmo que ha nacido el Salvador! (O)
Fabiola Carrera Alemán, Guayaquil
















