Como sabemos cada mes de diciembre nos sirve para efectuar una valoración retrospectiva de nuestros actos, de las metas y objetivos que nos propusimos al inicio del año que está por fenecer y lo más importante celebrar el nacimiento de Jesús en Belén.

La Navidad es en esencia el mejor tiempo para manifestar a nuestros familiares y amigos nuestros sentimientos de paz, unidad y rezar por un futuro promisorio para todos, en especial para nuestros gobernantes y el país.

Es el tiempo propicio para las reconciliaciones y absolver los agravios, el perdón es el único antídoto para curar las heridas que ocasiona el rencor y olvidar la angustia que estaba morando en nuestra psiquis afectando nuestra salud mental y física. En esta época hasta los seres más duros abren su corazón a la sensatez, al afecto y la ternura.

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La Navidad es una demostración de amor, sensibilidad, solidaridad, de entrega sin condiciones del tiempo de reconocer nuestras fragilidades humanas y ser mejores personas.

Jesús de Nazaret, el gestor y autor de estas festividades, quien murió en la cruz por nuestros pecados para darnos salvación nos dejó un legado de principios y normas morales que han perdurado por años. No obstante, desde entonces el mundo de hoy que no es el mismo de ayer ha sufrido quebrantos y duras transformaciones a lo largo de su evolución.

La deshumanización es cada vez más notoria y galopante, todo gira alrededor de lo material, la ambición por el dinero y poder, la corrupción, el narcotráfico, el sicariato, la impotencia, la falta de educación y cultura; así como también la carencia de oportunidades de trabajo para la gente son la causa del resquebrajamiento de la estructura de la familia.

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Anhelando por un cambio y lo mejor para mí país les deseo a todos los habitantes de la patria una feliz Navidad y un venturoso año 2026. (O)

José Castillo Celi, psicólogo y médico naturista, Guayaquil