La cultura del desprestigio y el antivalor ha progresado mayormente debido a diversos factores sociales, económicos y tecnológicos. Con el apogeo de las redes sociales y la globalización de la comunicación, las opiniones negativas y los ataques personales se han vuelto más habituales y asequibles, creando un ambiente en el que el descrédito puede propagarse rápidamente. Además, la crisis económica y la pérdida de confianza en las instituciones han fomentado un clima de cinismo y desconfianza generalizada. Estos elementos, combinados con una creciente individualización de la sociedad, han llevado a una disminución de los valores tradicionales y al surgimiento de una cultura donde el desprestigio y el antivalor predominan. Es decir, se busca resaltar más lo negativo que lo positivo, en una suerte de morbo y predominancia de lo superficial, en donde no se elige lo mejor, sino lo menos malo.

Bancos de alimentos y el desarrollo sostenible local

El desprestigio y el antivalor producen efectos perjudiciales considerables en la salud mental de las personas, especialmente en su autoestima y bienestar emocional. La exposición constante a críticas y desprestigios puede llevar a una disminución de la autoestima y al desarrollo de trastornos de ansiedad y depresión. Además, la falta de reconocimiento de los valores positivos y la prevalencia de actitudes cínicas pueden contribuir a un sentimiento generalizado de desesperanza y desconexión social. Estudios han demostrado que estos fenómenos también están relacionados con el aumento del estrés y la sensación de vulnerabilidad emocional. Esto nos lleva a una situación social de mente orientada a la crisis, en donde quedamos atrapados en la queja, el reclamo y la opinión negativa y empatizamos con esto, lo que nos lleva a un estancamiento vital, perdemos energía, poder y bienestar emocional. La sociedad se afecta generando una sensación de fatalismo, lo que se propaga como pólvora por todos los medios, provocando desesperanza y generando estrés y disputa en toda la comunidad.

Las barbas a remojar

Para contrarrestar la cultura del desprestigio y el antivalor, es fundamental fomentar el respeto y la valoración de los individuos a través de la educación y la promoción de valores positivos. La implementación de programas educativos centrados en el desarrollo de habilidades socioemocionales y la resiliencia puede ayudar a los individuos a enfrentar el desprestigio de manera constructiva. Además, la promoción de un discurso positivo y respetuoso en los medios de comunicación y las redes sociales puede contribuir a crear un entorno más saludable y menos propenso al desprestigio. El fortalecimiento de la comunidad y la participación en actividades que fomenten el sentido de pertenencia y el apoyo mutuo también son estrategias efectivas para mitigar los efectos del desprestigio y el antivalor. La invitación entonces es al pueblo ecuatoriano, a los dos candidatos presidenciales y sus simpatizantes a promover desde su campaña el rescate de la educación, el rescate de los valores y principios, el rescate de la integridad y devolver la paz que nuestro país tanto necesita para elegir adecuadamente, sin estrés, miedo, violencia y culpa. (O)

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Jimmy Javier Freire Jiménez, psicólogo, Guayaquil