El estuario del río Guayas, que se inicia frente a la ciudad de Guayaquil luego de la unión de los ríos Daule y Babahoyo, constituye uno de los más grandes ecosistemas del Pacífico sur, cuya formación se remonta a la última glaciación, alrededor de 20.000 años atrás, a partir de lo cual ha venido siendo sometido al suministro de grandes flujos provenientes de la gran cuenca del río Guayas y a la influencia del océano a través de las mareas, creando un entorno sujeto a grandes fluctuaciones ambientales que se asemeja a una eterna pelea entre los caudales que bajan por los ríos, la influencia de la marea y la mecánica del sistema fluvial, que va tomando forma para llegar a configurar lo que en la actualidad podemos observar, más allá de la contaminación y el cambio climático.
Debemos aprovechar los recursos hídricos
El científico alemán Teodoro Wolf, contratado por el Gobierno para que realizara la geología del Ecuador, en su libro publicado en 1892, hablando de la cuenca del río Guayas dijo, entre otros aspectos: “El golfo de Guayaquil se extendió a fines de la época cuaternaria mucho más tierra adentro que ahora, ocupando toda la planicie aluvial, el río de Daule desembocaba cerca de Colimes, el de Vinces cerca del pueblo de este nombre, el de Zapotal cerca de Catarama, y los ríos que bajan de la cordillera Occidental, al pie mismo de ella”, lugares a los que llegaron los españoles navegando a través del gran pantano. Vestigios de lo mencionado aún los podemos observar en la denominada laguna de Caracol, entre las poblaciones de Puebloviejo y Babahoyo. Para entender cómo se pudo rellenar toda aquella bahía extensa, solo hay que observar con atención lo que sucede diariamente en el estuario frente a la ciudad de Guayaquil.
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El estuario del río Guayas, más allá de su génesis, ha estado sometido, particularmente desde mediados del siglo XVI, cuando Guayaquil era el principal astillero del Pacífico, a una serie de actividades antrópicas que han acelerado ciertos procesos naturales, destacando, desde hace poco más de 50 años, la tala indiscriminada del manglar para desarrollar la industria camaronera de nuestro país, que a más de constituirse en el primer producto de exportación no petrolera dio lugar a desaparecer la fortaleza más importante que tienen los estuarios para defenderse del ataque de las mareas. La propia ciudad de Guayaquil creció en medio del manglar tapando los canales naturales, cuyos pocos vestigios son visibles en la época actual; que, de no haber sido así, los problemas de evacuación de aguas lluvias no serían tan graves como ocurren en la actualidad.
Desde la superficialidad a la sostenibilidad
Dicho esto, pese a lo mencionado, el estuario no ha perdido su belleza y su esencia y menos la capacidad de ser aprovechado en beneficio de la población, para lo cual se deben planificar de manera imperiosa actividades para su uso y usufructo y establecer un plan de restauración selectiva junto a labores de mantenimiento que armonicen con el proceso natural y acordes con las necesidades de la ciudad de Guayaquil y su sector. En el ámbito señalado, plantear actividades contrarias al proceso natural del estuario son simplemente disparos al aire que, lejos de resolver un problema, se constituyen en desperdicio de recursos humanos y económicos.
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Es de esperar que el Gobierno central, junto con las entidades regionales y seccionales que conforman la mancomunidad de la cuenca del río Guayas, comprendan el verdadero valor de los estuarios, que constituyen un ecosistema de alto valor productivo que debe preservarse y estar libre de la contaminación de los cuerpos de agua que llegan a él, y potenciar también los enormes beneficios turísticos no aprovechados, para lo cual solo es necesario conocer cómo se tratan los estuarios en los países desarrollados. (O)
Jacinto Rivero Solórzano, ingeniero civil, Guayaquil