Cada persona, todos sin excepción, tenemos enormes tesoros escondidos dentro de nosotros mismos que debemos ir en pos de ellos, descubrirlos y convertirnos en lo que realmente somos: ¡personas invencibles! Todos los grandes sabios y profetas lo más grande que han hecho es autodescubrirse y con ello lograron descubrir todas las maravillas que existen en el universo.
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Desde los Upanishad que ya vislumbraron a Dios en todo y que luego descubrieron que la palabra era solo el contenido y que lo importante era el silencio, después Lao Tse con sus versos en el Tao Te Ching vislumbrando a Dios en la energía eterna e infinita y a Confucio dirigiendo su sociedad desde las normas morales y cívicas, después el Buda Siddharta Gautama insinuándole a sus discípulos que la primera tarea era “ser uno mismo” y luego Sócrates cuando leyó en el templo de Delfos el “conócete a ti mismo” lo que le hizo exclamar “solo sé que nada sé”, por eso fue declarado el más sabio de su época.
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Luego Jesucristo hizo su revolución desde el amor y el perdón “amaos los unos a los otros como yo los he amado” y “perdónalos padre, porque no saben lo que hacen” y más cerca Antoine de Saint-Exupéry, quien dijo “lo esencial es invisible a los ojos de los hombres”. La tarea de los hombres es descubrir todo lo hecho por Dios, para esto debemos aguzar los sentidos a la investigación y a la acción porque todo está ahí afuera por montones, pero primero tienes que educarte a ti mismo para encontrar los secretos que tiene guardada la naturaleza que en esencia es el mismo Dios presente en todas las cosas, eso ya vieron los vedas 1500 años a.C., cuando vieron que “Dios dormía en los minerales, respiraba en las plantas, volaba en las aves, caminaba en los animales y pensaba y amaba a través de los hombres”. (O)
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Hugo Alexander Cajas Salvatierra, médico y comunicador social, Milagro