Se han producido últimamente ciertas manifestaciones, de carácter realmente burdo, que han tratado de enmascararse como manifestaciones “artísticas”.
Hay quienes, en una limitada demostración de “cultura”, han tratado de defender estas manifestaciones como “libertad de expresión” o como “arte”.
El arte, en su concepción inicial, es una manifestación de la cultura, la cual bajo ningún concepto debería ser grosera, burda ni atentatoria contra la sociedad.
Publicidad
Que una universidad (el caso de los dos bultos simulando muertos aparecidos en Guayaquil) y que la Dirección de Cultura del Municipio de Quito (el caso del muñeco de cartón colgado, exhibido en un concierto capitalino) salgan a defender estos hechos como si fueran una manifestación artística muestra el bajo nivel cultural en el que se encuentra nuestro pueblo.
El arte como apología del delito
El arte, como una rama de la cultura, debe ser de manifestaciones bellas, positivas, dignas de admirarse, que impulsen a la población a pensar positivamente, a superarse culturalmente, logrando descifrar mensajes de superación.
Cuando un pueblo tiene bajos niveles culturales, promueve y celebra lo burdo y grosero. Sin embargo, se espera que quienes fungen autoridad en el campo cultural, como la universidad o una dirección cultural, traten a toda costa de destacar la parte positiva del arte.
Publicidad
El que las autoridades permitan que el arte se dogmatice o fanatice es solamente propio de regímenes absolutistas, donde se pretende “uniformizar” el pensamiento. Se ha hecho en Cuba, en la Unión Soviética, se pretende hacerlo en Nicaragua y en Venezuela, pero los ejemplos han demostrado que el pueblo no los aguanta, que finalmente el desarrollo intelectual de cada persona se impone. Lo ideal es evitar que prospere desde el principio, permitir y orientar que las manifestaciones orienten en el camino de la superación del individuo, no hacia los dogmas o los fanatismos. (O)
José Manuel Jalil Haas, ingeniero químico, Quito