Esta época se siente como si tuviéramos la sensibilidad de la piel de una flor que se conmueve agradecida ante la presencia de una gota del rocío, o la intrepidez del águila que no duda en remontar las nubes para evitar las tempestades y la tranquila serenidad del silencio que busca en su éxtasis entablar el más hermoso diálogo con Dios.
La época de Adviento que anuncia la llegada de nuestro Dios representado en su hijo Jesucristo, quien vino a enseñarnos que siempre son posibles el perdón, la solidaridad, el amor y la humildad; y que con amor y humildad se puede conquistar el mundo y la salvación.
Navidad, publicidad y consumismo
Él nos enseñó que el ego, lo superficial y material, cuando no es manejado con razón y cordura nos puede llevar a la locura, que el verdadero contenido o lo verdaderamente importante está siempre en el interior, en el alma, porque esta es eterna y es la que nació con nosotros y nos trasladará hasta lo inconmensurable.
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Jesús nos enseñó que la humildad es el principio del saber, como decía Sócrates “solo sé que nada sé”, para de ahí emprender en el camino de la sabiduría dando el primer gran paso “conócete a ti mismo”, sabiendo que para amar a los demás primero hay que amarse a uno mismo y que uno mismo puede crearse el propio infierno o cielo aquí en la tierra.
Nos enseñó que hay leyes espirituales y materiales que hay que respetar porque todo perdón viene acompañado de un arrepentimiento y jamás olvidar que el karma existe, que “el que la hace la paga”, “lo que se siembra se cosecha” y “que lo que das recibes”. Además nos enseñó que la felicidad siempre viene de lo espiritual más que de lo material, porque la alegría está en usted y no en las cosas. Jamás olviden que el ser humano es el único que tiene las armas más poderosas que son la oración y el amor. (O)
Hugo Alexander Cajas Salvatierra, médico y comunicador social, Milagro