En el ecosistema educativo actual, los teléfonos celulares y dispositivos similares se han convertido en una presencia constante, generando un debate apasionado sobre su papel en las instituciones educativas. ¿Son una distracción digital que socava el aprendizaje o una herramienta educativa valiosa que enriquece la experiencia en el aula? La respuesta se encuentra en un punto intermedio.

Estereotipos en las instituciones educativas

Es innegable que estos dispositivos ofrecen oportunidades pedagógicas sin precedentes. Permiten el acceso instantáneo a información, fomentan la colaboración en línea, personalizan el aprendizaje y abren las puertas a mundos virtuales que antes eran inimaginables. Imaginen a estudiantes explorando el cuerpo humano en 3D, visitando museos de todo el mundo sin salir del aula. Los celulares pueden ser portales a un universo de conocimiento, estimulando la curiosidad y el pensamiento crítico.

Sin embargo, también es innegable que su uso descontrolado puede generar distracciones, interrupciones y hasta situaciones de ciberbullying. La tentación de las redes sociales, los juegos y las notificaciones constantes puede desviar la atención de los estudiantes, afectando su concentración y rendimiento académico. Además, la brecha digital puede exacerbar las desigualdades sociales, ya que no todos los estudiantes tienen acceso a dispositivos de última generación o a una conexión a internet.

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Ante este dilema, es fundamental establecer un marco regulatorio claro y flexible que promueva el uso seguro y responsable de estos dispositivos en las instituciones educativas. Este marco debe basarse en el diálogo y la participación de todos los actores de la comunidad educativa: estudiantes, docentes, padres y autoridades. No se trata de prohibir por prohibir, sino de educar sobre el uso consciente de la tecnología. (O)

Roberto Camana-Fiallos, escritor y docente investigador, Ambato