La sonrisa del bebé prendido del seno de su madre o el sonoro grito del lactante que exige su comida con una sola palabra: ¡Teta! simbolizan el ánimo con que muchas personas viven en el mundo, aun cuando ya no tienen edad para lactar.
Piden teta, aunque son adultos por la edad: los pobres que reclaman bonos, los empresarios que pagan a lobistas en Washington para comprar senadores que apoyen sus negocios privados, los jóvenes nini (ni estudian ni trabajan), los becados que regresan y no pagan sus préstamos, los políticos que succionan la leche cremosa de las concesiones públicas utilizando complejos mecanismos que lidian con todo tipo de peajes y administran el flujo de las alcantarillas, la basura y el peculado impune. La Biblia dice: “Quien no trabaja que no coma”, pero quienes se quedan en la era del pezón no gustan de trabajar y producir, llegan incluso a tramitar ellos mismos su nombramiento de discapacitados, a través de carnés con los que succionan la leche envenenada de los carros de lujo que el mundo tiene por símbolo de éxito, mientras el ministro esconde la lista de implicados porque él mismo vive de la gran ubre pública.
Convivimos, literalmente, con mamadores. Algunos, muy creativos, añaden pezones a las tetas, como los asambleístas que contrataron asesores para succionar los diezmos (los peseteros) u hospitales para extraer leches “medicinales” (los más audaces).
Mamadores son los empresarios que ya no bregan por limitar el poder del Estado, sino que utilizan un comité empresarial como lobista de ventajas tributarias, infraestructura pública para sus negocios, canchas inclinadas como las restricciones y políticas para proteger la falsa industria del ensamblaje automotor que convierte el dinero que pagamos por autos mediocres y sobrepreciados en crema y queso para sus bolsillos.
Nuestra sociedad todavía no llega a la edad de la responsabilidad, donde el bienestar es el resultado del esfuerzo. Se busca el goce sin deseo, el pan sin trabajo. Vivimos como en un Estado oral, del pura boca. Y paradójicamente, quienes más maman la usan para atacar a quienes más producen. Es el caso de la burocracia central que pregona y crea entes rectores y controladores que son una especie de sistema de riego por goteo, pero al revés, porque en vez de dar agua y fertilizantes para la producción, extrae contribuciones y genera lentitud y corrupción en los trámites.
Mención aparte merece el dulce de tres leches del saliente ministro de Finanzas, quien dejó intacta la ubre de 800.000 pezones del Estado, se comprometió con el FMI a aumentar la leche del IVA y se fabricó un autopase para succionar en el BID una leche internacional que la constitución le prohíbe consumir.
Hace 200 años la independencia nos dejó huérfanos de la Madre (mamá) Patria (padre), pero heredamos una mentalidad pública vertical y paternalista, reproducida por Perón, Velasco y caudillos más recientes que cultivaron la sumisión y el corte de alas.
Es hora del destete, adoptemos un sistema federal en el cual las personas y regiones se olviden de las asignaciones y accedan al bienestar a punta de su propio trabajo y de sus contribuciones. (O)