María Alejandra Muñoz es ciertamente una persona de altísimos valores morales y éticos, y profundas convicciones cristianas.

Ofreció al país coherencia. Es una persona con integridad de vida, y hoy, al poco tiempo de ser nombrada para el cargo, enfrenta un dilema de no pocas dimensiones.

Una Asamblea, en la cual un inédito número de diputados está siendo procesado penalmente o bajo investigación (récord Guinness), cuya aceptación del pueblo es del 2 %, y que por ende no representa al pueblo ecuatoriano, aprobó un ‘código de la salud’, que establece normas que atentan contra valores morales y éticos que están enraizados en ese pueblo que precisamente los desprecia.

Un sinsentido histórico. En el momento en el cual menos legitimidad tienen, producen una ley que se va en contra de las creencias de la inmensa mayoría de ecuatorianos.

Y en el medio está María Alejandra. Sabe que el presidente de la República tiene la facultad de vetar. Es decir, el presidente, el jefe del gobierno del cual ella es la segunda en la línea de mando, puede deshacer con su veto lo que la Asamblea ha hecho entre gallos y medianoche, al producir un código que en nada resuelve los problemas de fondo de la salud ecuatoriana.

¿Qué pasa si no veta? ¿Cómo quedan los valores, la conciencia y la coherencia de María Alejandra?

¡Qué situación tan dura en la cual la encrucijada de la vida y del quehacer político han puesto a esta mujer!

Y entiendo esto claramente, pues habiendo ejercido la función que hoy ella ejerce, sé que el presidente es quien finalmente decide. Y en varias ocasiones, el presidente decidió cosas que yo no creí eran las más convenientes, pero jamás, eso sí jamás, tuvimos la más mínima diferencia en principios, en ética, en valores morales o cívicos.

Se acata como segundo a bordo la decisión de un presidente cuando la divergencia es técnica, es política, es de apreciación. Pero es una situación asfixiante y realmente insostenible si la decisión ataca los principios morales, éticos o cívicos que un vicepresidente tiene.

El Ecuador puede enfrentar otro récord Guinness de tener cinco vicepresidentes en un mismo periodo, porque no sería nada incorrecto, ni traición alguna, que por objeción de conciencia, una persona de los valores de María Alejandra se vea forzada a renunciar a su cargo, para poder vivir tranquila con su yo interior más íntimo. Ella sabe a quién finalmente se da cuentas.

Estando encargado de la Presidencia, firmé en alguna ocasión algo que el presidente estaba muy dudoso de hacer: el ascenso de un gran oficial, el general Gallegos de la Policía Nacional, a quien conocí desde su labor de mayor en la lucha antiterrorista. Firmé su ascenso sabiendo que el presidente lo tenía en suspenso. Finalmente, el presidente me agradeció. Eso es posible cuando no hay un tema de conciencia, cuando no hay diferencia de principios y de moral. Si el presidente no veta el código, sencillamente será evidencia de diferencias irreconciliables en temas de un valor absoluto como la vida, y ahí, el laberinto de María Alejandra será muy difícil de transitar. ¡Que Dios la ayude! (O)