Agosto, mes de las artes, y la programación, en la que muchos gestores culturales y artistas trabajaron con esfuerzo y entusiasmo, continúa sin ejecutarse debido a la pandemia que cambió nuestras vidas, y es justamente por esa razón que se ha vuelto indispensable comenzar a pensar en lo que podríamos y quisiéramos hacer a futuro. Las ventajas de planificar a largo plazo nos impulsan a construir una sólida base para crecer gradualmente después de esta emergencia sanitaria.

Una propuesta audaz es el mejor medio para entusiasmar a los potenciales donantes, quienes hacen viable la ejecución de un proyecto. La estabilidad de una organización cultural y de los artistas independientes es, en efecto, un asunto de supervivencia que depende de la calidad y carácter distintivo de su programación.

Planificar a largo plazo es un proceso que consiste en plasmar nuestros sueños en papel, para poder visualizar el trabajo que quisiéramos llevar a cabo en los próximos años, esto no depende necesariamente de un presupuesto actual, todo lo que se necesita es una hoja, un lápiz (con borrador) tiempo e imaginación.

Solo pensemos en qué podríamos hacer para celebrar nuestro “x” aniversario, con qué artistas quisiéramos trabajar, en qué festivales nos gustaría participar a nivel local o internacional, etc. Este ejemplo es solo una de las distintas maneras de organizar un plan a largo plazo, este ejercicio aumenta nuestras posibilidades de conseguir el financiamiento necesario para poder ejecutar aquella ‘gran idea’.

Planificar con la suficiente anticipación fortalece la relación con los posibles donantes. Es mucho más práctico y llamativo ofrecer un ‘menú’ de las distintas opciones proyectadas para los próximos años, esto maximiza las posibilidades de encontrar la oportunidad adecuada para descubrir los intereses de cada patrocinador y lograr que se sientan identificados con nuestra misión, valorando lo que hemos hecho en el pasado y las nuevas propuestas contempladas a futuro. Todo esto puede motivarlos a que nos pregunten: ¿Cómo podemos involucrarnos en este proyecto?

Es importante tener en cuenta que mientras los costos de las producciones artísticas se incrementan cada año, nuestra productividad y recursos humanos necesarios para la puesta en escena se mantienen casi iguales. Por ejemplo, la 5.ª Sinfonía de Mahler sigue requiriendo 70 minutos y 103 músicos para llevarse a cabo, lo mismo que cuando se estrenó en 1904, sin embargo, el costo de contratar a esos músicos y producir la obra han aumentado exponencialmente.

Muchas veces, en la desesperación, se recurre a copiar las ideas que dieron resultado en otras organizaciones o implementamos lo que nos funcionó bien en el pasado, simplemente para llenar una ‘vacante’. Al hacerlo, estamos abdicando a nuestro rol de líderes culturales y resignándonos a seguir haciendo lo mismo, manteniéndonos en nuestra zona de confort.

Los gestores culturales visionarios debemos encontrar un punto de equilibrio entre nuestra naturaleza como soñadores y la implementación de estrategias aterrizadas a la realidad que vivimos para poder seguir soñando de manera sostenible. (O)