El cambio de vida impuesto por la cuarentena a causa del COVID-19 ha permitido reconocer algunos aspectos importante que se han hecho evidentes, especialmente para los mayores:

El primero de todos: ¡cómo se extraña a la familia, el abrazo cariñoso de los hijos, hijos políticos y nietos! El amor es más real que nunca cuando no podemos compartir momentos deliciosos de alegría y cariño con nuestros seres más queridos. Descubrir la posibilidad del Zoom y disfrutar una sesión familiar virtual, es un sustituto aceptable.

La necesidad de pagar las tarjetas de crédito y reconocer tristemente que nunca se tomó la decisión de aprender a hacer las transferencias on line, puso en evidencia el retraso en el aprovechamiento de la tecnología.

Asumir las tareas domésticas con mucho entusiasmo al comienzo y poco a poco sentir el cansancio propio de la edad, hizo evidente ¡cuán conveniente es tener servicio doméstico! Aunque cuando lo tenemos, no estemos totalmente conformes con su desempeño.

Creo que en todos los hogares se ha puesto en evidencia la creatividad. Donde hay niños para mantenerlos ocupados y divertidos y en la mayoría para combinar los alimentos e ingeniarse nuevas recetas con lo que se tiene, hasta la próxima compra en el mercado o cuando se pueda salir en el vehículo.

La necesidad de colaboración y ayuda es palpable, y ahora, dos que viven solos se convierten en un equipo solidario, paciente y creativo…

Se ha hecho evidente que el miedo a la muerte o a la enfermedad no es tan fuerte, para algunos, como la necesidad imperiosa de salir a caminar en el sol, ejercitarse o compartir con sus vecinos…

El respeto y cuidado que tienen los empleados que entregan las compras de farmacias, supermercados o sitios de comida, etcétera. El incremento de la comunicación en los chats demuestra que tal vez sobra un poco de tiempo, pero que la necesidad de compartir con los amigos es aún más demandante.

Hemos aprendido que podemos vivir sin muchas cosas que nos parecían imprescindibles y tal vez debemos reconsiderarlas cuando llegue el día de volver a la normalidad…

Y, ¿qué pasará cuando ese día llegue?

¿Retomaremos la vida de antes o seremos mejores?

Si el planeta se ha recuperado y la naturaleza está mejor, ¿podemos también los seres humanos haber crecido con esta experiencia de la pandemia que no sólo nos ha mantenido aislados, sino que se ha llevado a muchas personas amigas y dejado en soledad y dolor a tantas otras?

Que no suceda lo que advierte el papa Francisco: “Olvidar al que se quedó atrás. El riesgo que nos golpee un virus todavía peor, el del egoísmo indiferente, que se transmite al pensar que la vida mejora si me va mejor a mí, que todo irá bien si me va bien a mí”.

Y como él también afirmó: “Ojalá nos encuentre con los anticuerpos necesarios de la justicia, la caridad y la solidaridad”.

Y digo yo: que la pandemia mate el egoísmo humano. (O)