El rol futuro de las universidades en los próximos años será muy diferente al actual, ya que estas se encuentran redefiniendo su papel en la producción de conocimiento. Si bien es en la región Asia Pacífico donde se han generado los cambios más radicales, en términos de la vinculación Estado-mercado-sociedad, América Latina y el Caribe también hacen lo propio.

Según Unesco (2019), lejos de llegar al nivel de las World Class Universities asiáticas o las World Research Universities europeas, nuestra región se esfuerza por agregar valor al conocimiento, a través de proyectos con calidad social y el trabajo conjunto de universidades, gobiernos, empresas y sociedad civil. La meta es lograr un impacto real en la población de mayor pobreza, que en el caso de Ecuador ascendería al 30,8 %, y al 10,7 % de aquella en pobreza extrema (Cepal, 2020).

En 2014, el nobel J. E. Stiglitz y B. C. Greenwald publicaron La creación de una sociedad del aprendizaje, texto reflexivo sobre la función del conocimiento y el aprendizaje en la evolución social. Afirman que, más allá de la capacidad productiva, son las brechas de aprendizaje las que marcan la diferencia entre países desarrollados y no desarrollados. Por tanto, una sociedad que aprende debería ser un objetivo principal de la política económica. Su argumento es que el ‘progreso’, más allá del aumento en la productividad, es una combinación del buen uso de la tecnología y la acumulación continua de pequeños perfeccionamientos en los procesos de producción. Tales avances serían resultado de haber aprendido a hacer las cosas mejor, derivadas del aprender haciendo; aprender a aprender; aprender de otros; premisas bien conocidas por los educadores.

Para Stiglitz y Greenwald, el sistema de innovación de una economía implica la investigación básica (financiada por el gobierno u otros, producida por centros de investigación o universidades) y la investigación aplicada. Pero poco se estudia el conocimiento tácito: cómo interactúan las personas y organizaciones para aprender y adaptarse a las innovaciones, venciendo las resistencias al cambio; campo en que autores como P. Senge y P. Drucker han incursionado con éxito.

Precisamente, asumir que las creencias y elecciones son solo racionales impide el aprendizaje por varias razones: 1) las percepciones individuales son afectadas por las creencias previas; 2) se procesa información consistente con las creencias previas, en forma distinta a otro tipo de información; 3) las creencias afectan las acciones y desempeños individuales; 4) las creencias ampliamente sostenidas afectan las acciones colectivas. Así, romper con los esquemas previos requiere de acompañamiento, mediación y abordajes cuidadosamente pensados.

El mayor problema, alegan Stiglitz y Greenwald, es que “los economistas han perdido contacto con estas dimensiones más amplias, aunque también gran parte de su conocimiento tradicional pierde de vista incluso los elementos económicos más importantes para la creación de una sociedad dinámica y creativa”. Importante cavilación en el marco de cuestionamientos al Ministerio de Finanzas y buen tema para tesis universitarias.

gmacias@casagrande.edu.ec

... son las brechas de aprendizaje las que marcan la diferencia entre países desarrollados y no desarrollados.