Sé que muchos de ustedes no solo están sintiendo la incertidumbre y la angustia que ha producido a nivel mundial el COVID-19, sino también el impacto adicional que ha generado el asesinato de otro hombre afroamericano en manos de la policía. La tristeza e indignación que sentimos son aún más profundas, considerando que nos hemos visto a nivel general muy afectados por la pandemia y la crisis económica.
A base de mi experiencia, sé que los miembros de la comunidad de artistas y gestores culturales tenemos la capacidad de impulsar distintas iniciativas que promuevan la participación de la comunidad en torno a diversos temas por medio de propuestas que promulguen la libertad de expresión y el diálogo, sobre todo en temas controversiales; esto nos obliga a poner más énfasis en el desarrollo de acciones encaminadas a rechazar cualquier tipo de manifestaciones violentas a nivel masivo. Lo que hemos visto en las noticias ha puesto al descubierto la terrible realidad que confirma la vigencia del racismo, la segregación e intolerancia en el mundo.
Para ciertas personas la noción de que los gestores culturales puedan y deban participar en la práctica activista por medio de propuestas que expongan las desigualdades e injusticias era vista con escepticismo e incluso ha sido considerada por algunos como inapropiada, y aunque la idea sigue siendo controvertida, hoy en día la manera en la que percibimos el rol y responsabilidades del sector cultural es muy distinta. Este tipo de activismo cultural examina la creciente importancia de lograr replantearnos ciertos esquemas de pensamiento que nos impulsen paulatinamente hacia la práctica y el cambio.
Este ejercicio de apertura hacia nuevas y divergentes expresiones tiene un poder incuestionable, ya que enriquece e incentiva el debate y la reflexión en la sociedad civil. Quizás se ha subestimado el potencial de las distintas manifestaciones artísticas como un recurso intelectual, lúdico y cívico para poder abordar temas de desigualdad, injusticia y violencia.
El enfoque de las instituciones y gestores culturales aportan a un activismo contemporáneo en nuestro entorno, esto es particularmente relevante para todos quienes consideramos que es posible transformar la actitud y acciones de nuestra audiencia por medio de propuestas que generen un impacto a largo plazo en la comunidad. Por mi parte, creo en el poder inherente que tienen los artistas para generar cambios en la manera de pensar de las personas, a través de las distintas propuestas escénicas, visuales y narrativas, las cuales aportan al desarrollo del pensamiento crítico de sus audiencias y su entorno.
Esta tarea no es fácil, considerando que la cultura no es vista como una prioridad a la hora de asignar fondos; sin embargo, debemos continuar reforzando los valores de equidad e inclusión para poder dar voz a todos quienes buscan extinguir los crímenes de odio que genera el racismo.
Para los seres humanos que actualmente sienten el impacto de la marginación y la violencia, hoy hablamos en su nombre y honramos sus vidas. (O)