Estamos viviendo una guerra bacteriológica que enfrenta a la población mundial protegida (los que pueden) con mascarilla, contra el COVID-19, fenómeno horrendo que causa incertidumbre y muerte.

Muchos líderes de países piensan, como es lógico, en proteger al máximo a su pueblo, implementando políticas y mecanismos individuales o asociándose con otros países por interés político, económico, religioso, con el fin de ser más fuertes contra el virus.

China: Según las mismas autoridades, el primer brote fue en una de sus ciudades; para contener los contagios tomaron medidas extremas de guerra, como intervenir directamente en toda la industria de mascarillas y equipos de protección médico, con capital chino, extranjero o mixto e importar de los países productores de estos artículos en gran volumen. Además, transformaron ciertas industrias que producían otros bienes distintos, para producir dichos implementos. Hoy exportan al mundo.

Francia: Decretó la confiscación de mascarillas e insumos médicos y prohibió la exportación.

Alemania: Prohibió la exportación de material médico de protección, especialmente mascarillas.

Comisión Europea: Intervino al ver que ciertos países de la Unión Europea (UE) tomaban decisiones independientes; luego de conversaciones con líderes de Francia y Alemania, resolvió que se comercialicen las mascarillas y productos médicos solo entre los países miembros.

Estados Unidos de Norteamérica: Está transformando algunas industrias para la producción de mascarillas y productos médicos y permite la importación.

Colombia: Prohibió la exportación de mascarillas y todos los productos necesarios para combatir al coronavirus.

Ecuador: El Comité de Comercio Exterior prohibió la exportación de mascarillas por el lapso de un año. La importación de mascarillas está sujeta a trámites burocráticos. Es notoria nuestra debilidad de producción y del sistema de salud; es de mencionar el conflicto interno que está generando las compras públicas de instituciones del Estado, como el último escándalo en el IESS; lo que no permite contener con eficiencia la epidemia.

La guerra no está centrada solo en conseguir mascarillas, sino también prendas de protección médica, aparatos respiratorios, máscaras, medicamentos, guantes, gafas de protección, monitores de signos vitales, camas, camillas hospitalarias…

Ante este panorama, en que cada país independiente o en grupo prohíbe la exportación de implementos de protección médico priorizando la protección de su pueblo, y haciendo conciencia de que el Ecuador tiene deficiencia o no produce lo que requiere, ¿qué debemos hacer, enfrentar la epidemia solos o unirnos a otros? La respuesta es clara, si no actuamos transformado nuestra industria y nos ponemos a trabajar, el resultado será un alto costo de vidas humanas y la pérdida de dignidad al mendigar donaciones a los países más fuertes, si les sobra.

Generemos esperanza, mitiguemos el dolor, disminuyamos el miedo y con fortaleza interna usemos los recursos del Estado para sobrevivir; derribemos la gran muralla burocrática que obstaculiza y en algunos casos se beneficia. Dejemos los discursos sentimentales y creamos en nosotros para salir vivos y fortalecidos de esta guerra. (O)

Raúl Hidalgo Zambrano,

capitán de Navío s. p., Guayaquil