Hace algunos meses recomendaba por esta misma vía al presidente Moreno leer el clásico de Maquiavelo, El príncipe. Evidentemente, nunca lo leyó, porque lo que no aprendió en estos meses es a aferrarse al poder. Hoy, con una pandemia que acecha a nuestro país, con hospitales saturados, medicinas agotadas, nuestro presidente está ausente, no logramos encontrarlo en ningún lugar.

La realidad que estamos viviendo es sumamente compleja, desde la perspectiva de la Administración Pública inclusive. En primer lugar, administrar un país que ha sido desfalcado es prácticamente inviable, ya que se debe reconocer que sin recursos, poco se puede hacer. Por otra parte, muchos de los que están al mando de instituciones que son imprescindibles para el manejo de esta crisis pertenecen o comulgan con el modelo administrativo del gobierno de Rafael Correa. De esta manera, hemos mantenido en el poder a personas mezquinas, que no tienen idea de lo que significa el “bien común”.

Además hemos llegado a entender, de manera muy abrupta, que muchos de los que ostentan poder no están preparados ni tienen las capacidades para rescatar al país de esta emergencia sanitaria. Es aquí donde debemos ser más críticos con el presidente Moreno, porque después de todo ¿dónde está? O mejor dicho ¿qué está haciendo por el país? Vemos un vicepresidente que ha tomado el mando de este barco, pero la persona que por elección popular fue elegida para gobernar parece simplemente haberse esfumado.

Quien nos gobierne debe tener claro que el contrato social que firma con los ciudadanos tiene el mismo valor que los votos matrimoniales. En la pobreza, en la riqueza, en la salud y en la enfermedad. Al parecer, Moreno no ha hecho honor a estos votos, porque gobernar con el precio del barril de petróleo a $100 es tarea sencilla, pero hoy, que el precio de venta para el Ecuador no supera los $10 por barril, se esconde detrás de las gruesas paredes de Carondelet.

Es en la pobreza, no solo espiritual, porque muchos perderán batallas estos días, sino también en lo material, porque muchas familias se verán perjudicadas porque sus negocios no producen ni un centavo, que el presidente del país debe gobernar, con más fuerza y vehemencia que nunca.

No debe sorprendernos que el IESS no cuente con las medicinas recomendadas por la OMS para tratar a los pacientes contagiados con COVID-19, tampoco con los insumos de protección para los sanitarios y peor aún con las camas para atender a quienes necesitan atención inmediata por culpa de una afección a sus vías respiratorias. La salud jamás ha sido la prioridad de nuestros gobernantes, peor aún la creación de un sistema de salud fortificado y eficiente.

Las próximas elecciones decidiremos mejor, porque de esa manera rendiremos homenaje a nuestros familiares que han fallecido a causa de esta pandemia. Nuestro voto debe reflejar que estamos cansados de sentir la desprotección de un Estado que nos demanda tantos impuestos y nos ofrece tan pocos servicios a cambio. (O)