El mundo de la religiosidad y del misticismo se sostiene mucho en lo que se denominan señales. Se sintetizan o se atrapan fenómenos complejos en gestos y actitudes, de ahí que las acciones del vicario de Cristo en la tierra sean mirados con suma atención. Francisco, el jesuita, ha tenido muestras de simpatías claras hacia los líderes del denominado socialismo del siglo XXI a pesar de que muchos de ellos se encargaron de cuestionarlo en sus tiempos de arzobispo de Buenos Aires. Hay muchas conjeturas en torno a estas señales que van desde su origen de hijo de migrantes italianos hasta su simpatía hacia los marginales de las villas miserias de la Argentina donde desarrolló una buena parte de su compromiso religioso. Ha cuestionado la acumulación de la riqueza, la desigualdad, el manejo administrativo y burocrático de la curia romana en temas sensibles como la pedofilia y ha procurado romper antiguos dogmas, sobre todo en el ejercicio del sacerdocio por parte de hombres casados. Sin embargo sus señales sobre los abusos del poder en Venezuela o Cuba no han tenido la misma expresividad demostrada con los demás casos. Bergoglio, en ese sentido, tiene su “corazoncito” en relación a varios de estos cuestionados líderes, al punto que ha recibido a Lula esta semana en el Vaticano.
El exlíder metalúrgico y dos veces presidente del Brasil está procesado por varios hechos de corrupción que le han supuesto incluso una estancia en las cárceles de su país. El papa Francisco ha querido arroparlo en medio del esperado mensaje sobre la Amazonía donde claramente la postura de Bolsonaro es contraria a la prédica vaticana. Lo hace también en medio del creciente poder de los grupos protestantes cada vez más influyentes en la política brasileña, que hoy ningún político de ese país que aspire al poder puede dejar de enviar señales afectivas a estos grupos. En eso coinciden Lula y Bolsonaro, y claramente el papa envía un mensaje en torno al tema en un país dominado por la violencia, el sincretismo religioso y la desigualdad.
La prédica sobre ordenar a personas casadas para que ejerzan el sacerdocio en las vastas regiones de ese país-continente deberá esperar. Se creía que Francisco daría ese paso, pero el debate interno previo sobre el tema evitó tan trascendente decisión. El pontífice, como es su característica, da un par de pasos adelante para retroceder luego uno. Estos temas desde la política, su rara simpatía hacia los peronistas argentinos y su tibieza ante lo que acontece en Venezuela, Nicaragua o Cuba, envían ciertamente señales confusas en torno a su real propuesta en cuestiones de derechos humanos y de violaciones por parte de gobernantes con los que muestra claros rasgos de simpatía.
En un subcontinente donde la política no logra resolver los temas de la gente, el relato democrático ha sido cooptado por los religiosos, que no solo han conquistado partes importantes del poder legislativo sino que incluso ya llegaron a la presidencia. Bukele y sus invocaciones autoritarias en El Salvador son también una muestra de un territorio donde la democracia se santigua ante sus errores y defectos de corrupción mientras busca consuelo en la fe ante el fracaso de la gestión de la política. (O)