Ante los recientes malestares generados desde el Ministerio de Educación y específicamente Senescyt, vale la pena recordar instituciones que han dejado huella en el campo de la educación y que por medio de sus enseñanzas impartidas han logrado formar ciudadanos capaces y con destacada trayectoria. Sin mayor esfuerzo podemos hacer referencia a las conocidas universidades de la Ivy League, las Seven Sisters (de las que algunas siguen ofreciendo programas solo para mujeres) y por supuesto Oxford, Cambridge e Imperial College.
Como es natural en un mundo globalizado, estudiantes de nuestro país aspiran a llegar a estas prestigiosas instituciones, pero el sueño muchas veces se ve truncado por los grandes vacíos que incluso se presentan para acceder a la educación local. Estos últimos días hemos podido evidenciar los malestares y reclamos que han generado la prueba Ser Bachiller, que tiene como objetivo definir el promedio final de graduación de los futuros bachilleres del país y, además, ofrecerles plazas en universidades públicas según los resultados obtenidos.
Las críticas ya se conocen. Muchos estudiantes obtuvieron bajas calificaciones porque alegaron que los temarios habían cambiado a última hora, otros que su historial académico no podía verse perjudicado por una evaluación para la que nunca fueron preparados y, por si fuera poco, se dieron casos en los que la prueba se logró filtrar y estudiantes copiaron las respuestas. Hasta el presidente de la República se pronunció sobre las arbitrariedades del proceso.
La pregunta que ahora debemos plantearnos es ¿cómo se está diseñando la política pública de educación en nuestro país? En definitiva, dentro del diseño de esta política pública se obvió un paso sumamente importante, que es incluir en dicha elaboración las aportaciones de los actores involucrados; en este caso estudiantes, padres de familia y, más importante aún, representantes de las instituciones educativas privadas y públicas. Una política social no se puede hacer desde un escritorio.
La política pública que dio como resultado la implementación de la prueba Ser Bachiller no consideró los grandes vacíos estructurales que tienen los estudiantes de nuestro país y es ahí donde el mundo privado puede darle grandes lecciones o ejemplos al sector público. En temas de educación, existen instituciones que han sido pioneras en la ejecución de nuevas metodologías que han elevado exponencialmente las competencias de sus estudiantes.
Quienes elaboran las políticas públicas desde el Gobierno central deberían hacer una pausa y reflexionar sobre lo sucedido con la implementación de la prueba Ser Bachiller. De una vez por todas, debemos hacer que las políticas públicas de educación cumplan con el mandato establecido en el artículo 26 de la Constitución, que constituyan un área prioritaria de la política pública y de la inversión estatal.
En un país como el nuestro, donde los años promedio de escolaridad son nueve, de acuerdo con el Índice de Desarrollo Humano, no podemos permitirnos que quienes tienen la ilusión de graduarse del colegio pierdan la esperanza porque el sistema simplemente no funciona. (O)