El subdesarrollo, como sabemos, es un atraso para los países que lo padecen como el nuestro. Constituye una afrenta a la que todos debemos poner nuestro contingente para erradicarla, dejaremos de estar marcados por esta mancilla cuando elijamos detenidamente con madurez e inteligencia a las personas que en los próximos comicios sean designadas para dirigir los destinos de nuestra nación.
No podemos permitir que volvamos a caer en los mismos errores garrafales del pasado, basta de seres sabiondos oportunistas, corruptos, ladrones y con caretas de redentores. Dejaremos de poseer este estigma cuando se imparta verdaderamente la administración jurídica, justicia social y económica; lo que nos permitirá crear un ambiente de seguridad y confianza para la inversión exterior y fuentes de empleo. Dejaremos de ser tercermundistas cuando la gente tenga conciencia que la educación y la cultura son las bases fundamentales para el desarrollo de los pueblos. Es un imperativo instruir a quienes arrojan basura en calles, ríos, mares; escriben en las paredes y baños públicos; a los mal educados y desconsiderados que recogen los excrementos de sus mascotas, pero dejan las fundas en la vereda de nuestras casas para que uno las bote. Dejaremos de ser incultos cuando cumplamos con las leyes, seamos disciplinados, solidarios para aceptar las disposiciones de quienes están a cargo de la dirección del tránsito vehicular, así como de las demás autoridades. Dejaremos de llevar a cuestas esta miseria cuando respetemos los derechos humanos, cuando los jueces sean probos y estén en contra de la impunidad, cuando se combata el machismo y desaparezca el femicidio y la violencia sexual, cuando haya libertad de expresión de cultos, ideologías e igualdad de derechos y oportunidades para todos. Dejaremos de tener esta afrenta cuando comprendamos que las tradiciones no pueden estar jamás por encima de la salud, equilibrio y bienestar general de las personas, como acontece con los daños muchas veces irreparables que se producen con la quema de los monigotes a fin de año, hábito piromaníaco que cada vez más se incrementa en la medida del crecimiento poblacional, ocasionando enfermedades respiratorias, alérgicas, de la piel por quemaduras, estrés y depresión en las personas, animales, por las explosiones, el humo, sino también por la pólvora que se esparce en el ambiente; al abandonar esta mala costumbre acabaríamos con otro acto bochornoso como el de las personas que se disfrazan de viudas con excesos postizos femeninos para pedir dinero y detienen el tránsito con sogas y cables, si no se les da dinero se corre el riesgo de ser golpeados y asaltados.(O)
José Castillo Celi,
psicólogo, Guayaquil